domingo, 25 de noviembre de 2012

Prometheus


Ridley Scott, 2012.

La precuela de Aliens, rebosante de efectos especiales y de un gran despliegue técnico, me resultó grandilocuente e insulsa. No era suficiente con volver la vista atrás a una película que en su día revolucionó el género.  De la criatura de mandíbula desplegable poco veremos. Los grandes temas, como la búsqueda de los orígenes del hombre, empañan la historia y la diluyen en algo impreciso, vacío.  




sábado, 17 de noviembre de 2012

Diamond Flash

Carlos Vermut, 2011.


Sorprendente primer largometraje de Carlos Vermut, un director independiente que ha demostrado a la industria del cine español que con muy pocos recursos se pueden hacer películas estimulantes.  


La película se despliega en múltiples direcciones utilizando y subvirtiendo distintos géneros y con vertiginosos cambios de tono. El guión está construido milimétricamente, pero en ningún momento se hace evidente. Vermut evita los diálogos explicativos, prefiere sugerir, acercarse a sus personajes desde los detalles que los convierten en gente de la calle. Los actores, todos desconocidos, realizan un trabajo asombroso gracias a una dirección obsesiva, que se olvida de la perfección técnica, para centrarse en que las actuaciones resulten convincentes. La historia es lo de menos, lo importante es cómo se cuenta. Una niña desaparece. Su madre, desesperada, busca una fotografía de ella para poderla entregar a la policía y que puedan iniciar la búsqueda. A partir de este punto de inicio se van desarrollando distintas tramas que tienen alguna conexión con la primera y que nos conducen por una montaña rusa llena de angustia, de maldad y de una ironía oscura difícil de olvidar. 

jueves, 8 de noviembre de 2012

Skyfall

Sam Mendes, 2012



Aburrida, ridícula, laaaarga. Y encima pretenciosa. Un guión que pretende recuperar los ingredientes originales de la serie, actualizándolos a través de una trama donde el malo actúa desde la sombra a través de la red. La dirección de alguien como Sam Mendes pretende darle un toque de autor que lo único que consigue es sumergir la película en un terreno incierto, a medio camino entre la diversión y la solemnidad más absurda. Las referencias a otras obras como El silencio de los corderos o Perros de Paja no funcionan ni como homenaje ni como fuente de inspiración. Más bien parecen una copia burda por falta de ideas originales. Por otro lado, el personaje de Javier Bardem se desborda en su histrionismo. Loco, gay, hacker, gentleman, espía resentido, genio del terrorismo, demasiados ingredientes que resultan en un plato indigesto.