jueves, 31 de marzo de 2011

Whatever Works

Woody Allen, 2009.

Que Woody Allen se repite en las temáticas de sus películas es bien sabido. Pero siempre es capaz de sorprendernos con su profundo conocimiento del ser humano, con su visión socarrona y, en ocasiones pesimista, de las relaciones de pareja. Y no hay nada más divertido que ver reflejadas nuestras miserias desde una perspectiva llena de humor e ironía. Nadie habla de la muerte, la decadencia, la incapacidad de establecer lazos de amor verdadero, la hipocresía y las patologías mentales con la gracia con que lo hace Allen. 

Sus personajes son ridículos, a veces patéticos, seres perdidos en una soledad incurable, pero capaces de encontrar la redención, temporal al menos, en aventuras de exploración y comprensión del otro. Incluso puede que se enamoren justo de las personas con las que menos compatibilidades parecen tener. Eso es exactamente lo que ocurre en esta historia. 

Un intelectual huraño y quejumbroso acepta a regañadientes acoger en su casa a una joven vagabunda que lo asalta en la puerta de su casa. La chica es físicamente atractiva, pero es ingenua y bastante cortita. Seducida por la inteligencia superior de su huésped confiesa pronto lo que ella considera como amor, cuando simplemente es admiración. Pero el roce hace el cariño, y acaban casados. Lo demás es lo de siempre en el cine de Allen, infidelidades, discusiones y separaciones. Pero lo de siempre, cuando es de este director, es siempre nuevo y divertido.

jueves, 24 de marzo de 2011

The Grapes of Wrath

John Ford, 1941.


Me ha dado por John Ford. Es una de mis asignaturas pendientes y he empezado por sus primeras obras de madurez, las de finales de los treinta, principios de los cuarenta. Y esta es una de las grandes, por la que ganó uno de los cuatro oscar como mejor director que consiguió a lo largo de su prolífica carrera.

El retrato que hace de una familia de Oklahoma durante la crisis económica que golpeó a Estados Unidos en los años treinta entra de lleno en la esfera de los intereses de Ford. La familia queda ensalzada como el único salvavidas en situaciones límite. De su capacidad para mantenerse unida depende su supervivencia. Si en el libro de John Steinbeck los personajes se ven abocados a la miseria más absoluta tanto física como moralmente, en la película de Ford son revestidos de una dignidad que los convierte en héroes. Su lucha diaria por conseguir un jornal para poder comer va acompañada por otra más trascendente que incluye la búsqueda del hogar perdido, dentro de una comunidad donde se trate a la gente con dignidad y justicia, y la defensa de los valores tradicionales americanos. Eso les trae una serie de problemas, principalmente al protagonista interpretado por un contenido Henry Fonda, que no admite los abusos de los que intentan aprovecharse de las necesidades de los campesinos. Es en esta lucha junto a los suyos donde la película adquiere tintes épicos. 

Hay secuencias que nos llegan con una dolorosa y amenazante resonancia. Las crisis no son tan distintas, la humanidad sigue cayendo en los mismos errores.

jueves, 17 de marzo de 2011

Black Swan

Darren Aronofsky, 2010.

La danza es el trasfondo sobre el que se construye esta película de terror psicológico donde, además de visiones macabras, caben escenas de masturbaciones, rolletes lésbicos y fiestas con drogas. Todo desde la perspectiva de una perturbada protagonista que pierde el control bajo la presión que ejercen sobre ella su madre, una exbailarina frustrada, y un entorno profesional duro y competitivo. Este entorno es la compañía de danza de Nueva York, presentada como una organización turbia donde las decisiones sobre quién se queda con los mejores papeles se toman en función de hasta donde esté dispuesta a llegar la bailarina, incluyendo relaciones sexuales con el director. 

Para la nueva temporada se busca a una chica que represente el papel protagonista en la obra del Lago de los Cisnes y, de paso, sustituya a una ya demasiado madura diva, interpretada por una recuperada y bella Winona Ryder. La nueva bailarina principal deberá integrar en su persona la dulzura e inocencia del cisne blanco y la sensualidad y el toque malicioso del negro. Y el personaje construido por Natalie Portman cumple con la primera parte, pero hay dudas sobre su lado más oscuro. Y es que con esa carita angelical parece que no haya roto nunca un plato, así que tiene que luchar mucho para sacar lo peor de sí misma, tanto y tan obsesivamente, que acaba perdiendo la cabeza.


Si en la malsana La Pianista (Michael Haneke, 2001), la protagonista se entregaba a todas sus perversiones sexuales como vía de escape ante un ambiente familiar asfixiante, en esta película el personaje femenino tiene que esforzarse por despertar su sexualidad y su lado más malote. Eso la conduce a un estado paranoico en el que, además de manías persecutorias, cree sufrir transformaciones físicas que recuerdan a las que ocurren en The Fly (David Cronenberg, 1990). 

El estilo visual refleja, a través de una atmósfera opresiva y oscura, ese estado mental enfermizo de una manera bastante acertada. El interés del director se centra más en crear un espectáculo tenebroso y efectista que en profundizar en los personajes (una pena que no se aprovechen más unos secundarios muy interesantes), y el equilibrio narrativo se ve relegado en favor de crear un producto impactante y entretenido. Pero, desde luego, esto último lo consigue a la perfección.

martes, 15 de marzo de 2011

How Green Was My Valley

John Ford, 1941.

Citizen Kane (Orson Welles, 1941) está considerada por muchos críticos y cineastas como la mejor película de la historia del cine. Pues bien, esta de John Ford le arrebató el oscar a la mejor película y al mejor director en 1941. Y Orson Welles no debía de estar en desacuerdo cuando afirmaba que sus tres directores de cine favoritos eran John Ford, John Ford y John Ford. 

Con más de un centenar de películas a sus espaldas el genial director americano dejó un buen puñado de obras maestras que fueron y siguen siendo referencia para muchos cineastas. Aunque se contradecía en las pocas entrevistas que concedía, en una de ellas, hecha por Bertrand Tavernier, afirmó que sus películas más hermosas no eran westerns, sino pequeñas historias sin grandes estrellas sobre comunidades de gente muy sencilla. Y esta es una de ellas. 

Ford tenía una serie de temas que le interesaban y que siempre trataba de una manera u otra en sus películas. La familia como gran baluarte de la civilización, la pérdida de costumbres y rituales que forman parte de un pasado fecundo en valores y principios, la confrontación entre culturas y modos de vida durante momentos de la historia en los que se están produciendo cambios sociales importantes.




Aquí nos encontramos en un pueblo de Irlanda en el que la pujante industria minera está transformando el paisaje y las relaciones dentro de una comunidad que hasta entonces había vivido en armonía. La familia Morgan se verá golpeada por los cambios que se producen y aparecerán fisuras en su seno. Al mismo tiempo, una serie de desgracias pondrán en valor un pasado que no volverá. La mezcla de momentos cómicos con otros trágicos en una composición sutil y realista es marca de la casa. Ford defiende la familia como el núcleo fundamental de la comunidad y defiende los valores tradicionales como germen de un futuro mejor. Cuando, en otra entrevista, le preguntaron por qué la familia era un tema tan importante en su filmografía, él contestó: "Usted tiene madre, ¿no?" Y ciertamente la forma con la que retrata la figura de la madre demuestra un respeto y un cariño inmensos. Lo sorprendente es cómo el director consigue evitar el sentimentalismo barato y se aleja de posiciones conservadoras mostrando una realidad llena de matices, con personajes sencillos pero de gran profundidad. Por otro lado, también se tratan temas políticos como la explotación industrial, los excesos de los sindicatos y las crisis laborales. Si a eso añadimos una magnífica fotografía en blanco y negro y una composición del plano inigualable, pues entonces estamos ante un clásico al que siempre se podrá volver.

jueves, 10 de marzo de 2011

127 hours

Danny Boyle, 2010.

Cuando uno va a la montaña o a emprender algún tipo de aventura arriesgada, conviene avisar a mamá. Por muy experto que te consideres siempre te puede pasar algo. Como al protagonista de esta película, que está basada en la historia de Aron Ralston, un montañero solitario y autosuficiente que tiene que cortarse su propio brazo para sobrevivir a un accidente en el que una roca lo atrapa en una grieta. Una vez que sabes lo del brazo, y es complicado no haberlo leido o escuchado por algún sitio, toda la película avanza sin que el espectador deje de pensar en la llegada del momento escabroso de la película. Digamos que orbita alrededor de esa escena brutal en la que el director se deleita en los detalles morbosos e impactantes, como ese nervio que se resiste. Pero hasta ese momento el protagonista pasa las penosas horas del título intentando mantener la calma. Tendrá tiempo de grabarse en vídeo y dejar un mensaje para sus padres. También tiene alucinaciones, resueltas por el director con frivolidad, como cuando el sediento montañero se imagina distintas escenas de publicidad de bebidas refrescantes. O cuando confiesa su error de no haber avisado a nadie como si estuviera en un programa de radio. 

El director se decanta por el efectismo y eso lastra el dramatismo de la película que se convierte en un espectáculo visual en vez de potenciar el viaje interior del protagonista. No obstante, la actuación de James Franco rescata del ridículo la película y su magnífica actuación la eleva a cotas interesantes. Esta historia de supervivencia al límite, y con el punto culminante de una decisión durísima, nos plantea la pregunta de si seríamos capaces nosotros de hacer lo mismo.

domingo, 6 de marzo de 2011

Shoah

Claude Lanzmann, 1985.

Se ha escrito mucho y se han realizado no pocas películas relacionadas con el holocausto judío, pero ¿qué es lo que sabemos realmente sobre esta gran masacre? A pesar de la gran cantidad de ficciones que versan sobre el tema, muchas veces banalizándolo o convirtiéndolo en un espectáculo frívolo, no existen prácticamente imágenes de los campos de concentración, hubo pocos supervivientes y los nazis se encargaron de destruir cualquier prueba. 

Lanzmann dedicó doce años de su vida, empezando en 1973, a recopilar los testimonios de los supervivientes para construir un documental que es una obra monumental, con una duración de nueve horas y media y de un gran valor histórico y fílmico. La delicadeza con la que se filman los lugares y los protagonistas de la historia contrasta con la brutalidad de una verdad que se destapa en toda su complejidad. A pesar de tratar un tema tan horrible y en el que la muerte parece inundar todo, una sensación de belleza y de vitalidad nos invaden. Es la belleza de la verdad y la vitalidad de rescatar la memoria con toda su fuerza, de no permitir que lo que ocurrió sea sepultado en el olvido.



Rememorar ciertos pasajes es muy duro para los que los sufrieron y los lleva a las lágrimas muchas veces. Pero su gesto es una victoria sobre la barbarie y un aliento en medio de tanta muerte. Lo que narran es estremecedor y es inevitable asombranos ante el descubrimiento de las aristas de la verdad, porque en ella se esconden muchos rincones, muchos detalles que quedan velados a un estudio superficial. Lo narrado nos interpela sobre lo que creíamos saber. Historias como la del preso que cortaba el pelo a las víctimas antes de ser gaseados y que en uno de los grupos reconoce a su mujer y sus hijas. O la de ese otro esclavo que al intentar avisar a una amiga de que le esperaba la cámaras de gas, fue quemado vivo después de que ella lo señalase al no soportar las torturas. 

Algunos de los entrevistados son alemanes que formaron parte de la maquinaria destructora que se puso en marcha y se perfeccionó con la llamada "Solución Final". Los burócratas se escudan en su desconocimiento, no eran conscientes de la magnitud de la maldad de lo que hacían. Otros se escudan en su obligación de obedecer órdenes, pero sigue siendo incomprensible que un pueblo sea tan cruel con otros humanos. Mientras, ni los judíos ni la comunidad internacional quería o podía creer lo que estaba ocurriendo. Lo irónico es que fueron los propios judíos los que pagaron los trenes que los llevaban hacinados a los campos, fueron los sanos y fuertes los que eran utilizados como mano de obra para construir los crematorios, para recoger los cadáveres, las "piezas" según la jerga nazi. El lenguaje utilizado por los verdugos era aséptico, técnico para describir algo impronunciable. Sólo queda un documento escrito sobre la planificación del holocausto y es un informe sobre las mejoras que se debían desarrolar en los camiones que se utilizaron en la primera etapa para gasear judíos. En él se muestra cómo el lenguaje se dobla sobre sí mismo para presentar los hechos de una manera eufemística. En la película se lee al completo, tal y como ocurre también en la magnífica La Question Humaine (Nicolas Klotz, 2007), para que el espectador juzgue por sí mismo. De la misma manera, es imposible expresar con palabras la magnitud de lo que vemos y entendemos en este documental. No nos queda otro remedio que ver sus casi diez horas, casi como una obligación moral, como un gesto de amor también, de búsqueda de la belleza que hay en la verdad.  Y esta obra maestra es bella y está llena de verdad.

martes, 1 de marzo de 2011

Winter's Bone

Debra Granik, 2010.

Por fin, una película seleccionada en Sundance, y triunfadora en el festival de los envoltorios, que me parece interesante. Por lo menos es sincera y busca su propio espacio dentro de un género tan trillado como el thriller, consiguiendo captar nuestra atención y arrastrarnos a su mundo. 

Ree, una adolescente cuya madre sufre una extraña demencia causada por una depresión, tiene que resposabilizarse de sus hermanos pequeños ya que tampoco su padre, un traficante de drogas desaparecido, se hace cargo. Viven en una especie de cabaña en los páramos de algún lugar olvidado de Estados Unidos. Aunque es una casa pobre, es el único techo que tienen y, cuando les amenazan con quitársela como pago por la fianza del padre, Ree se embarca en una búsqueda que empieza por ser la del padre desaparecido y termina por convertirse en una búsqueda de su cadáver. 



Aunque comparte algunos puntos con otra película actual como es True Grit, en esta el tema central o la motivación de la protagonista no es la venganza, sino la supervivencia propia y de la familia. La originalidad de esta historia está en que nos muestra una realidad muchas veces escondida o filtrada por los medios, la pobreza extrema dentro de una superpotencia como es Estados Unidos. La familia de Ree vive de la caridad de sus vecinos y de la caza furtiva. Las imágenes de los chicos despellejando una ardilla, que acaban de cazar, muestran la otra cara de un sistema que no tiene sitio para los marginados. La fuerza y la dureza  de estos jóvenes surge del hambre, de su situación desesperada y sólo así se puede entender el periplo terrible que tiene que emprender Ree. 

La mirada de la directora y coguionista de esta dura película muestra una sensibilidad fuera de lo normal, que convierten esta cinta de género en algo más profundo. Secuencias como la de la entrevista de la chica con un reclutador del ejército son un buen ejemplo. O ese momento lleno de ternura y fragilidad en el que una amiga de Ree y sus hermanos le curan las heridas producidas por una paliza. La actuación de la joven Jennnifer Lawrence es contenida y serena y no es de extrañar que estuviera nominada a los oscar. 

La familia desmembrada como origen de traumas y problemas, pero al mismo tiempo como único refugio que hay que defender a toda costa, parece ser un tema recurrente en el cine contemporáneo americano. Bienvenido sea, siempre que sea buen cine.