lunes, 26 de diciembre de 2011

Le Gamin au Vélo

Jean-Pierre Dardenne, Luc Dardenne, 2011.

Una de las películas del año, y quizás la mejor de los directores de Rosetta (1999) y Le silence de Lorna (2008). Su planteamiento simple y directo no debe llevar a engaño, se trata de una obra llena de complejidad ética, de compromiso social y de una rara belleza emotiva. Emparentada con la tradición clásica literaria, principalmente con el Oliver Twist de Dickens, nos encontramos con una historia de lucha de un adolescente que no se resigna a ser marginado, a perderse en las redes del olvido institucional. 
Cyril, interpretando por el asombroso Thomas Doret, es un muchacho que vive en un orfanato a la espera de que su padre se digne reclamarlo. Su rebeldía y su rabia son consecuencia de su inconformismo, de su voluntad por recuperar un futuro, una familia que lo quiera. Sus constantes brotes violentos son estallidos de su inquebrantable voluntad. El padre es un irresponsable que reniega de sus deberes, se muda y vende la bicicleta de su hijo, símbolo de la libertad que no quiere perder Cyril. 

En la desesperada e infatigable búsqueda de su padre, se cruza con una peluquera, Samantha, que no permanece impasible ante la situación del niño y acepta acogerlo en su casa . A pesar de los problemas que le acarrea en su vida personal, sacrificando incluso una relación sentimental, Samantha se compromete con el rescate del joven náufrago, en un gesto de una humanidad admirable. Sin embargo, el camino de la redención no será fácil. A Cyril le cuesta asimilar el rechazo de su padre y busca la aceptación en las calles, dejándose seducir por un joven traficante que lo arrastrará a la delincuencia. El compromiso y la lucha de Samantha consiguen rescatarlo de lo que parece un futuro en las cárceles belgas. 


El personal, y tantas veces imitado, estilo de los hermanos Dardenne busca la cercanía con los personajes, un concacto casi a flor de piel con sus emociones, lejos de artificios y centrándose siempre en lo fundamental de la historia, descartando explicaciones psicologistas que convertirían su fábula en un cuento banal. El trayecto que dibujan sus imágenes es una corriente de pulsiones sinceras y, a veces, inexplicables, que arrastra a los personajes hacia un destino trágico, del que solo se pueden salvar gracias a la fraternal piedad del prójimo. En esta fábula moral, lo que importa es resaltar que la libertad tiene también aparejado el peligro del mal, de la elección fácil y abyecta. El final de la película reflexiona sobre las consecuencias de nuestros actos y contrapone las distintas maneras que hay de afrontar las dificultades, siempre desde un punto de vista ético. El milagro que se produce es una metáfora del optimismo y la confianza que tienen los directores belgas, que tampoco se conforman con el estado actual de las cosas. Cine de obligada visita.   

viernes, 23 de diciembre de 2011

Melancholia

Lars Von Trier, 2011.


En una entrevista reciente, el polémico director danés Lars Von Trier, declarado persona non grata en Cannes después de unas desafortunadas declaraciones en las que bromeaba sobre el nazismo, hablaba de su última película, Melancholia, diciendo que no estaba contento con el resultado porque le parecía aburrida. Que Von Trier es un bocazas, todo el mundo lo sabe. Pero lo cierto es que el mejor director del mundo, según sus propias palabras, también puede ser autocrítico y sincerarse en plena promoción. Y tiene razón, la película no consigue mantener la tensión y el magnetismo desplegados en las impactantes imágenes de los primeros minutos, en los que vemos a cámara lenta la destrucción de la Tierra a causa del choque con otro planeta.


La película es una metáfora sobre el estado melancólico. Y como tal, funciona en parte, al menos en las imágenes más simbólicas y poéticas del principio. Pero su discurso se va diluyendo y perdiendo en un ensimismamiento que no consigue atrapar. 

En un ensayo de Claudio Magris, Los Consuelos del Apocalipsis, leemos: "Es nuestra muerte individual, solitaria y olvidada en medio del bullicio de las cosas, lo que nos llena de pesadumbre el corazón. Estar comprendidos en un destino común, por terrible que sea, hace sentirse menos solos." La melancolía, estado frecuente en Lars Von Trier, le llevó a una profunda depresión que ha dado origen a sus dos últimas películas, la injustamente vilipendiada Antichrist (2009) y ésta última, que desvela el deseo de desaparecer del propio director y, con él, todo lo que le rodea. El deseo de que todo termine con uno mismo es egocéntrico e incluso malvado, pero profundamente humano. 

La película está dividida en dos partes. En la primera parte vemos las celebraciones nupciales de una joven novia que sufre melanconlía. A lo largo del banquete descubrimos un comportamiento extraño de la protagonista que parece querer romper los lazos que le unen a un mundo en el que no consigue ser feliz. Ignora a su marido, al que no ama, aborrece a su jefe que la despide ante una humillante ofensa y huye de sus invitados para estar sola en cuanto tiene una oportunidad. La novia, interpretada por Kirsten Dunst, es el alter ego del director, que suele cambiar el sexo de sus personajes una vez terminado el guión, y así mata dos pájaros de un tiro. Por un lado, despista, y esconde mejor las identidades de sus referencias. Por el otro, se protege de las críticas de misoginia que solían acompañarle en el pasado. 

La segunda parte de la película se centra en la hermana de la novia, interpretada por una estupenda Charlotte Gainsbourg, que se ha convertido en la musa del director. Un planeta se acerca peligrosamente a la Tierra. La templanza y la sensatez que muestra la hermana en la primera parte se torna aquí en desasosiego y pánico ante la perspectiva de un choque inminente. Por el contrario, la protagonista muestra ahora una fría serenidad, una indiferencia perturbadora. Sus deseos más íntimos se están cumpliendo, todo está próximo a su fin. La última parte de la película retoma el pulso inicial y hace remontar la tensión. Que nadie espere un final feliz. Los deseos más ocultos del director se llevan a cabo hasta sus últimas consecuencias.

sábado, 17 de diciembre de 2011

Jodaeiye Nader az Simin

Asghar Farhadi, 2011.


Lo cotidiano puede ser más emocionante que un atraco a un banco. En esta película, llena de tensión y con un guión repleto de giros y estructurado milimétricamente, la acción surge de la lucha de un padre por mantener el equilibrio en una familia desestructurada. Enmarcada en un Irán cercano, a pie de calle, lejos de la imagen violenta y desoladora que tenemos en Occidente, la historia comienza en los juzgados donde una mujer presenta una petición de divorcio ante la negativa de su marido de acompañarla en su viaje fuera del país. 

El juez acepta la petición, pero otorga la custodia de la hija al padre que a partir de entonces tendrá que arreglárselas para llevar a su hija adolescente al colegio, buscar una asistenta para su padre que sufre alzheimer y, al mismo tiempo, trabajar duro para ganarse la vida. Sin embargo, un accidente desafortunado desata una serie de acontecimientos que ponen en riesgo la libertad del patriarca. 

El director iraní construye una fábula moral, asentada sobre bases cotidianas, donde los personajes se enfrentan al dilema de tener que mentir, o al menos, de esconder parte de la verdad, para poder seguir adelante. Nadie tiene la razón absoluta, pero todos tienen parte de culpa en la situación en la que se ven inmersos. La cuestión es si tenían otra opción o, se han visto abocados implacablemente a un triste destino.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

A Dangerous Method

David Cronenberg, 2011.

Duro trabajo hubiera tenido Freud psicoanalizando la mente perturbada de Cronenberg. Sus obsesiones, motor de un cine complejo y rico en detalles escondidos del alma humana, han encontrado en esta película una expresión histórica y filosófica, alejándose del marco fantástico y violento que siempre había canalizado su imaginación. La búsqueda de la propia identidad, las perversiones sexuales como origen de neurosis y al mismo tiempo como liberación, o el uso de las drogas como forma de exhumar pulsiones enterradas son un catálogo temático que se amolda a la perfección con los estudios que se iniciaron con Freud. 



La historia, que abarca algo más de una década, desde 1902, nos relata los inicios del psicoanálisis y el método terapéutico. Carl Jung, médico psiquiatra, seguidor y amigo de Freud, interpretado por Michael Fassbender, omnipresente en la cartelera últimamente, acoge como paciente a una desequilibrada judía, Sabina Spielrein, interpretada a su vez por una asombrosa y desatada Keira Knightley. Sabina sufre un trastorno causado por un desarrollo sexual anormal que la lleva a tener tendencias sadomasoquistas. Debido a un proceso común que se produce entre paciente y terapeuta, llamado transferencia, la joven se enamora de Jung, que en esos momentos vive una crisis con su mujer y que se ve tentado a la infidelidad como expresión de rebeldía. Jung reprime este impulso hasta que, influido por Otto Gross, psicoanalista adicto y paciente suyo temporalmente, uno de los personajes más impactantes del último cine contemporáneo, acaba dando rienda suelta a sus instintos más primarios e inicia una aventura con Sabina. 

Esta relación extramatrimonial y con toques sados, arrastrará a Jung al descrédito social y profesional, y, lo más doloroso para él, a su definitiva ruptura y enemistad con Freud. Jung es un personaje lleno de aristas y contradicciones. A pesar de defender que no todos los problemas psicológicos están causados por problemas sexuales, su vida se convierte en un perfecto ejemplo de lo contrario. Sus creencias místicas y sus supersticiones lo convierten en un personaje vulnerable, más cercano que el de Freud, dibujado de una pieza, quizás excesivamente pulcro. Es extraño que Cronenberg no haya aprovechado más algunos aspectos controvertidos de la personalidad de Freud, como la defensa que hizo durante una época del uso de la cocaína, de la que él mismo abusó. Quizás se haya ceñido a un guión, cuyo autor escribió también la obra de teatro en la que está basado, más contenido de lo que se podría esperar del director canadiense. 

La película, de una profundidad abismal, es rica en referencias a conceptos complejos relacionados con las investigaciones y descubrimientos de Freud, tales como la transferencia, la fase anal, el complejo de Edipo o la interpretación de los sueños. Estas ideas filosóficas fluyen en una historia estimulante que además muestra con sutileza y una cierta nostalgia el fin de una época y el preludio de unos tiempos oscuros para Europa. Cine con mayúsculas.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Source Code

Duncan Jones, 2011.



Hijo de David Bowie, Duncan Jones recibió muy buenas críticas por su ópera prima Moon (2009). Ahora vuelve al género de la ciencia ficción, esta vez con un guión ajeno, para contar una historia que mezcla el terrorismo con los universos paralelos y complejas teorías matemáticas que dan origen a un programa de defensa en el que se ve inmerso el protagonista. Colter es un soldado americano herido de gravedad durante uno de sus servicios y que ahora se encuentra conectado a una máquina desde la que controlan su mente. Una y otra vez lo sumergen en un escenario y un tiempo distintos donde tiene ocho minutos para descubrir el nombre del responsable del estallido de una bomba en un tren de cercanías. Con resonancias a otras películas como Inception (Origen, 2010) o incluso Groundhog Day (Atrapado en el tiempo, 1993), la película resulta convencional, sus personajes no abandonan en ningún momento el cliché de este tipo de cine. Aún así, no se puede negar que se trata de un digno pasatiempo para los amantes del género.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Essential Killing

Jerzy Skolimowski, 2010.

Poco o nada sabemos del protagonista de esta película, solo que es capturado en un país asiático en guerra con Estados Unidos, podría ser Irak o Afganistán. En su traslado a otro lugar, sospechamos que a Guantánamo, aunque tampoco se sabe con certeza, hay un accidente, y puede huir. A partir de ahí, la película se convierte en una caza al hombre por paisajes nevados de un país del norte de Europa, quizá Polonia o Estonia. Poco importan los datos geográficos o políticos, lo que importa es mostrar el instinto de supervivencia de un hombre acorralado como un animal. La actuación de Vincent Gallo, actor y director a su vez de la estupenda Buffalo'66 (1998), es magnífica. Su personaje podría ser un árabe o incluso un americano convertido al Islam, un terrorista o simplemente un padre de familia que se encontraba en el lugar equivocado en el momento equivocado. Pero eso se desvanece ante la urgencia por sobrevivir. Sus instintos animales se imponen sobre sus sentimientos humanos y se convierte en un asesino que no duda en matar. Solo cuando una mujer le ayuda y cura sus heridas en una cabaña en medio del bosque podemos vislumbrar la mirada de un hombre al límite.


El director polaco Jerzy Skolimowski filma la película con un estilo minimalista, sin apenas diálogos, escatimando al espectador cualquier información que le pudiese ayudar a juzgar lo que está viendo. La primera parte de la película concentra gran parte de la acción que está rodada con un pulso vibrante. Las escenas de las torturas son estremecedoras por su realismo. La segunda parte es mucho más pausada y se centra en el vagabundeo del protagonista en su huida por la nieve. El director sitúa al protagonista en un entorno totalmente desconocido para él, el calor y los paisajes luminosos de su país natal contrastan con las montañas nevadas por las que tiene lugar su viaje a ninguna parte. La belleza de las imágenes contrastan también con la crudeza de la historia. A pesar de que la verosimilitud se ve resentida en algunas secuencias, la película tiene los ingredientes suficientes para merecer la pena.