lunes, 26 de diciembre de 2011

Le Gamin au Vélo

Jean-Pierre Dardenne, Luc Dardenne, 2011.

Una de las películas del año, y quizás la mejor de los directores de Rosetta (1999) y Le silence de Lorna (2008). Su planteamiento simple y directo no debe llevar a engaño, se trata de una obra llena de complejidad ética, de compromiso social y de una rara belleza emotiva. Emparentada con la tradición clásica literaria, principalmente con el Oliver Twist de Dickens, nos encontramos con una historia de lucha de un adolescente que no se resigna a ser marginado, a perderse en las redes del olvido institucional. 
Cyril, interpretando por el asombroso Thomas Doret, es un muchacho que vive en un orfanato a la espera de que su padre se digne reclamarlo. Su rebeldía y su rabia son consecuencia de su inconformismo, de su voluntad por recuperar un futuro, una familia que lo quiera. Sus constantes brotes violentos son estallidos de su inquebrantable voluntad. El padre es un irresponsable que reniega de sus deberes, se muda y vende la bicicleta de su hijo, símbolo de la libertad que no quiere perder Cyril. 

En la desesperada e infatigable búsqueda de su padre, se cruza con una peluquera, Samantha, que no permanece impasible ante la situación del niño y acepta acogerlo en su casa . A pesar de los problemas que le acarrea en su vida personal, sacrificando incluso una relación sentimental, Samantha se compromete con el rescate del joven náufrago, en un gesto de una humanidad admirable. Sin embargo, el camino de la redención no será fácil. A Cyril le cuesta asimilar el rechazo de su padre y busca la aceptación en las calles, dejándose seducir por un joven traficante que lo arrastrará a la delincuencia. El compromiso y la lucha de Samantha consiguen rescatarlo de lo que parece un futuro en las cárceles belgas. 


El personal, y tantas veces imitado, estilo de los hermanos Dardenne busca la cercanía con los personajes, un concacto casi a flor de piel con sus emociones, lejos de artificios y centrándose siempre en lo fundamental de la historia, descartando explicaciones psicologistas que convertirían su fábula en un cuento banal. El trayecto que dibujan sus imágenes es una corriente de pulsiones sinceras y, a veces, inexplicables, que arrastra a los personajes hacia un destino trágico, del que solo se pueden salvar gracias a la fraternal piedad del prójimo. En esta fábula moral, lo que importa es resaltar que la libertad tiene también aparejado el peligro del mal, de la elección fácil y abyecta. El final de la película reflexiona sobre las consecuencias de nuestros actos y contrapone las distintas maneras que hay de afrontar las dificultades, siempre desde un punto de vista ético. El milagro que se produce es una metáfora del optimismo y la confianza que tienen los directores belgas, que tampoco se conforman con el estado actual de las cosas. Cine de obligada visita.   

viernes, 23 de diciembre de 2011

Melancholia

Lars Von Trier, 2011.


En una entrevista reciente, el polémico director danés Lars Von Trier, declarado persona non grata en Cannes después de unas desafortunadas declaraciones en las que bromeaba sobre el nazismo, hablaba de su última película, Melancholia, diciendo que no estaba contento con el resultado porque le parecía aburrida. Que Von Trier es un bocazas, todo el mundo lo sabe. Pero lo cierto es que el mejor director del mundo, según sus propias palabras, también puede ser autocrítico y sincerarse en plena promoción. Y tiene razón, la película no consigue mantener la tensión y el magnetismo desplegados en las impactantes imágenes de los primeros minutos, en los que vemos a cámara lenta la destrucción de la Tierra a causa del choque con otro planeta.


La película es una metáfora sobre el estado melancólico. Y como tal, funciona en parte, al menos en las imágenes más simbólicas y poéticas del principio. Pero su discurso se va diluyendo y perdiendo en un ensimismamiento que no consigue atrapar. 

En un ensayo de Claudio Magris, Los Consuelos del Apocalipsis, leemos: "Es nuestra muerte individual, solitaria y olvidada en medio del bullicio de las cosas, lo que nos llena de pesadumbre el corazón. Estar comprendidos en un destino común, por terrible que sea, hace sentirse menos solos." La melancolía, estado frecuente en Lars Von Trier, le llevó a una profunda depresión que ha dado origen a sus dos últimas películas, la injustamente vilipendiada Antichrist (2009) y ésta última, que desvela el deseo de desaparecer del propio director y, con él, todo lo que le rodea. El deseo de que todo termine con uno mismo es egocéntrico e incluso malvado, pero profundamente humano. 

La película está dividida en dos partes. En la primera parte vemos las celebraciones nupciales de una joven novia que sufre melanconlía. A lo largo del banquete descubrimos un comportamiento extraño de la protagonista que parece querer romper los lazos que le unen a un mundo en el que no consigue ser feliz. Ignora a su marido, al que no ama, aborrece a su jefe que la despide ante una humillante ofensa y huye de sus invitados para estar sola en cuanto tiene una oportunidad. La novia, interpretada por Kirsten Dunst, es el alter ego del director, que suele cambiar el sexo de sus personajes una vez terminado el guión, y así mata dos pájaros de un tiro. Por un lado, despista, y esconde mejor las identidades de sus referencias. Por el otro, se protege de las críticas de misoginia que solían acompañarle en el pasado. 

La segunda parte de la película se centra en la hermana de la novia, interpretada por una estupenda Charlotte Gainsbourg, que se ha convertido en la musa del director. Un planeta se acerca peligrosamente a la Tierra. La templanza y la sensatez que muestra la hermana en la primera parte se torna aquí en desasosiego y pánico ante la perspectiva de un choque inminente. Por el contrario, la protagonista muestra ahora una fría serenidad, una indiferencia perturbadora. Sus deseos más íntimos se están cumpliendo, todo está próximo a su fin. La última parte de la película retoma el pulso inicial y hace remontar la tensión. Que nadie espere un final feliz. Los deseos más ocultos del director se llevan a cabo hasta sus últimas consecuencias.

sábado, 17 de diciembre de 2011

Jodaeiye Nader az Simin

Asghar Farhadi, 2011.


Lo cotidiano puede ser más emocionante que un atraco a un banco. En esta película, llena de tensión y con un guión repleto de giros y estructurado milimétricamente, la acción surge de la lucha de un padre por mantener el equilibrio en una familia desestructurada. Enmarcada en un Irán cercano, a pie de calle, lejos de la imagen violenta y desoladora que tenemos en Occidente, la historia comienza en los juzgados donde una mujer presenta una petición de divorcio ante la negativa de su marido de acompañarla en su viaje fuera del país. 

El juez acepta la petición, pero otorga la custodia de la hija al padre que a partir de entonces tendrá que arreglárselas para llevar a su hija adolescente al colegio, buscar una asistenta para su padre que sufre alzheimer y, al mismo tiempo, trabajar duro para ganarse la vida. Sin embargo, un accidente desafortunado desata una serie de acontecimientos que ponen en riesgo la libertad del patriarca. 

El director iraní construye una fábula moral, asentada sobre bases cotidianas, donde los personajes se enfrentan al dilema de tener que mentir, o al menos, de esconder parte de la verdad, para poder seguir adelante. Nadie tiene la razón absoluta, pero todos tienen parte de culpa en la situación en la que se ven inmersos. La cuestión es si tenían otra opción o, se han visto abocados implacablemente a un triste destino.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

A Dangerous Method

David Cronenberg, 2011.

Duro trabajo hubiera tenido Freud psicoanalizando la mente perturbada de Cronenberg. Sus obsesiones, motor de un cine complejo y rico en detalles escondidos del alma humana, han encontrado en esta película una expresión histórica y filosófica, alejándose del marco fantástico y violento que siempre había canalizado su imaginación. La búsqueda de la propia identidad, las perversiones sexuales como origen de neurosis y al mismo tiempo como liberación, o el uso de las drogas como forma de exhumar pulsiones enterradas son un catálogo temático que se amolda a la perfección con los estudios que se iniciaron con Freud. 



La historia, que abarca algo más de una década, desde 1902, nos relata los inicios del psicoanálisis y el método terapéutico. Carl Jung, médico psiquiatra, seguidor y amigo de Freud, interpretado por Michael Fassbender, omnipresente en la cartelera últimamente, acoge como paciente a una desequilibrada judía, Sabina Spielrein, interpretada a su vez por una asombrosa y desatada Keira Knightley. Sabina sufre un trastorno causado por un desarrollo sexual anormal que la lleva a tener tendencias sadomasoquistas. Debido a un proceso común que se produce entre paciente y terapeuta, llamado transferencia, la joven se enamora de Jung, que en esos momentos vive una crisis con su mujer y que se ve tentado a la infidelidad como expresión de rebeldía. Jung reprime este impulso hasta que, influido por Otto Gross, psicoanalista adicto y paciente suyo temporalmente, uno de los personajes más impactantes del último cine contemporáneo, acaba dando rienda suelta a sus instintos más primarios e inicia una aventura con Sabina. 

Esta relación extramatrimonial y con toques sados, arrastrará a Jung al descrédito social y profesional, y, lo más doloroso para él, a su definitiva ruptura y enemistad con Freud. Jung es un personaje lleno de aristas y contradicciones. A pesar de defender que no todos los problemas psicológicos están causados por problemas sexuales, su vida se convierte en un perfecto ejemplo de lo contrario. Sus creencias místicas y sus supersticiones lo convierten en un personaje vulnerable, más cercano que el de Freud, dibujado de una pieza, quizás excesivamente pulcro. Es extraño que Cronenberg no haya aprovechado más algunos aspectos controvertidos de la personalidad de Freud, como la defensa que hizo durante una época del uso de la cocaína, de la que él mismo abusó. Quizás se haya ceñido a un guión, cuyo autor escribió también la obra de teatro en la que está basado, más contenido de lo que se podría esperar del director canadiense. 

La película, de una profundidad abismal, es rica en referencias a conceptos complejos relacionados con las investigaciones y descubrimientos de Freud, tales como la transferencia, la fase anal, el complejo de Edipo o la interpretación de los sueños. Estas ideas filosóficas fluyen en una historia estimulante que además muestra con sutileza y una cierta nostalgia el fin de una época y el preludio de unos tiempos oscuros para Europa. Cine con mayúsculas.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Source Code

Duncan Jones, 2011.



Hijo de David Bowie, Duncan Jones recibió muy buenas críticas por su ópera prima Moon (2009). Ahora vuelve al género de la ciencia ficción, esta vez con un guión ajeno, para contar una historia que mezcla el terrorismo con los universos paralelos y complejas teorías matemáticas que dan origen a un programa de defensa en el que se ve inmerso el protagonista. Colter es un soldado americano herido de gravedad durante uno de sus servicios y que ahora se encuentra conectado a una máquina desde la que controlan su mente. Una y otra vez lo sumergen en un escenario y un tiempo distintos donde tiene ocho minutos para descubrir el nombre del responsable del estallido de una bomba en un tren de cercanías. Con resonancias a otras películas como Inception (Origen, 2010) o incluso Groundhog Day (Atrapado en el tiempo, 1993), la película resulta convencional, sus personajes no abandonan en ningún momento el cliché de este tipo de cine. Aún así, no se puede negar que se trata de un digno pasatiempo para los amantes del género.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Essential Killing

Jerzy Skolimowski, 2010.

Poco o nada sabemos del protagonista de esta película, solo que es capturado en un país asiático en guerra con Estados Unidos, podría ser Irak o Afganistán. En su traslado a otro lugar, sospechamos que a Guantánamo, aunque tampoco se sabe con certeza, hay un accidente, y puede huir. A partir de ahí, la película se convierte en una caza al hombre por paisajes nevados de un país del norte de Europa, quizá Polonia o Estonia. Poco importan los datos geográficos o políticos, lo que importa es mostrar el instinto de supervivencia de un hombre acorralado como un animal. La actuación de Vincent Gallo, actor y director a su vez de la estupenda Buffalo'66 (1998), es magnífica. Su personaje podría ser un árabe o incluso un americano convertido al Islam, un terrorista o simplemente un padre de familia que se encontraba en el lugar equivocado en el momento equivocado. Pero eso se desvanece ante la urgencia por sobrevivir. Sus instintos animales se imponen sobre sus sentimientos humanos y se convierte en un asesino que no duda en matar. Solo cuando una mujer le ayuda y cura sus heridas en una cabaña en medio del bosque podemos vislumbrar la mirada de un hombre al límite.


El director polaco Jerzy Skolimowski filma la película con un estilo minimalista, sin apenas diálogos, escatimando al espectador cualquier información que le pudiese ayudar a juzgar lo que está viendo. La primera parte de la película concentra gran parte de la acción que está rodada con un pulso vibrante. Las escenas de las torturas son estremecedoras por su realismo. La segunda parte es mucho más pausada y se centra en el vagabundeo del protagonista en su huida por la nieve. El director sitúa al protagonista en un entorno totalmente desconocido para él, el calor y los paisajes luminosos de su país natal contrastan con las montañas nevadas por las que tiene lugar su viaje a ninguna parte. La belleza de las imágenes contrastan también con la crudeza de la historia. A pesar de que la verosimilitud se ve resentida en algunas secuencias, la película tiene los ingredientes suficientes para merecer la pena.

jueves, 17 de noviembre de 2011

L'illusionniste

Sylvain Chomet, 2010.

Con un guión no realizado del desaparecido Jacques Tati, Sylvain Chomet construye esta película animada que es toda una delicia. Chomet es uno de esos creadores que van a contracorriente. Sus dibujos buscan la belleza en las cosas sencillas y se preocupan por mostar la dignidad del ser humano. Nos transportan a mundos del pasado reciente con personajes que luchan por sobrevivir en sociedades cambiantes. Son largometrajes donde apenas hay diálogos, donde la historia fluye a través de la acción y del gesto de sus criaturas. Ya en la magnífica Les triplettes de Belleville (2003), Chomet demostraba su capacidad para crear atmósferas y desarrollar una historia sin recurrir a los diálogos, casi como si se tratase de una vuelta a los orígenes del cine mudo, con la vista puesta en el cine de Chaplin principalmente. Algo, que por otro lado, comparte con el que fuera uno de los grandes autores cómicos franceses, Jacques Tati. 



En esta ocasión, la historia se centra en un mago, personaje que resucita al propio Tati, que se enfrenta a la decadencia del mundo del espectáculo tal como él lo entiende. Sus trucos ya no impresionan a una audiencia ávida de sensaciones más fuertes. Sólo una pobre adolescente, criada en un hostal en el que se hospeda el ilusionista, parece impresionada por su arte, hasta el extremo que cree encontrar en él a un tutor capaz de enmendar su triste vida. Ella se unirá al protagonista en su permanente periplo y él se desvivirá por complacer a su joven acompañante. Pero la magia ya no le da el suficiente dinero y tiene que buscar otros trabajos para mantener a la chica. 

El ritmo pausado y detenido en los detalles crean una atmósfera relajante, magnífica para desconectar de un día ruidoso y ajetreado. Además, la película respira una ternura y una sensibilidad únicas. Su comicidad está siempre acompañada por un tono nostálgico, que surge de la soledad de unos personajes que se ven cada vez más descolocados en un mundo que avanza por caminos que ellos no entienden.

martes, 15 de noviembre de 2011

Thor

Kenneth Branagh, 2011.

El mundo del cómic sigue dando de beber a una industria sedienta de éxitos comerciales basados en fórmulas de probada eficacia. A los directores se les da poco margen para la innovación artística y si quieren incorporar su estilo o sus ideas tienen que hacerlo dentro de unos límites. 
 

En esta ocasión es el actor y director inglés Kenneth Branagh el encargado de adaptar a la pantalla las viñetas de Thor, basadas a su vez en el mito nórdico del dios del trueno. Branagh intenta dotar de alma a una historia pobre, pero no se decide por el tono a seguir. Hay momentos de humor que parecen conducirnos a una parodia. Otros, sin embargo, que intentan construir una tragedia con tintes shakespearianos, mundo muy conocido por el director. En esa disyuntiva se mueve una película que también tiene que proporcionar las dosis necesarias de acción y efectos especiales. Y, aunque, se deja ver y tiene suficiente atractivo para mantenernos sentados viéndola, no pasa del puro pasatiempo, sin más, que ya es algo.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Midnight in Paris

Woody Allen, 2011.

Comedia de un Woody Allen menor, una de las que, paradójicamente, más han recaudado de su extensa filmografía. Su visión nostálgica de un París mágico es toda una declaración de amor y, al mismo tiempo, una maniobra de escapismo. A Woody Allen le gusta construir sus propias realidades a través del cine, eso le permite vivir durante el rodaje nuevas experiencias a la medida de sus preferencias, con chicas guapas, un ambiente exquisito, tiempos pasados llenos de personajes ilustres con los que conversar y aquí no se ha privado de nada. La realidad es menos dulce y duele más. Y, claro, con los tiempos que corren, al público le gusta este tipo de películas de turismo caramelizado, no exento de cierto ingenio romo. De ahí su éxito comercial.

El protagonista, Gil, interpretado por Owen Wilson, es la proyección en la pantalla del director americano que ya está demasiado mayor para poder seducir a las jovencitas que aparecen en la película. Gil es un escritor de guiones que aspira a convertirse en novelista. No se encuentra cómodo en el presente. Su novia tiene aspiraciones distintas  a las suyas, su comportamiento huraño y melancólico le separa cada vez más de ella y sus amistades. En sus paseos solitarios por el París nocturno encuentra una manera de viajar en el tiempo a la época dorada de los años veinte y poder encontrarse con personajes a los que admira, escritores como Hemingway o Scott Fitzgerald, pintores como Picasso o Dalí, directores de cine como Buñuel. Nunca llegamos a saber si estos viajes son simples visiones o sueños de una mente perturbada. El caso es que cada vez le cuesta más volver a la realidad y sentirse feliz con su vida. 

La idealización con que presenta Allen el París de esa época y los personajes que la pueblan, que son dibujados desde el cliché, hacen que la película pierda pegada y se convierta en un entretenimiento sin más. En muy pocas ocasiones encontramos aquí el talento del Allen más socarrón, algo que sí se hacía en la reciente Whatever Works (2009). Una pequeña decepción, aunque es una película que se ve con gusto y que divierte.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Bridesmaids

Paul Feig, 2011.

Comedia salida de la productora de Apatow, renovador de este género que algunos llaman post-comedia. Entre los titulos emblemáticos que han pasado por sus manos como director encontramos The 40-Year-Old Virgin (2005), Knocked Up (2007) o Funny People (2009). Para otras muchas que ha producido se observan unas líneas comunes, como ocurre con Bridesmaids, donde los actores y actrices son a la vez los guionistas de la película y hay un tipo de humor parecido. Pero, ¿qué significa ese término tan rimbombante de post-comedia? Frente a la comedia clásica donde predomina un humor elegante y políticamente correcto, aquí nos enfrentamos a uno más incómodo en el que se tratan temas delicados e incómodos relacionados con el sexo o con la escatología. De ahí que algunos espectadores salen de estas películas con una sensación más cercana al desagrado y la incomodidad que a la hilaridad. Eso no quita para que se traten también  temas más profundos como el paso a la madurez. 

Dicho esto, vamos a centrarnos en la película que nos ocupa. Lillian, personaje interpretado por una de las guionistas de la película, se va a casar con un ejecutivo importante. Su mejor amiga, Annie, interpretada también por otra de las guionistas, es una solterona que se encuentra en mala racha. Su amante es un auténtico cretino que no está dispuesto a involucrarse en una relación adulta. Después de fracasar en un negocio de pasteles, Annie tuvo que aceptar un trabajo en una joyería en la que no se siente cómoda. Vive en un apartamento compartido con un tipo raro y su hermana. Pero lo peor está por llegar. Su ilusión por organizar la fiesta de despedida y la ceremonia de su amiga se tornará en decepción cuando se meta por medio Helen, la guapa mujer del jefe de la empresa en la que trabaja el futuro marido de Lillian. Annie y Helen compiten por demostrar ser la mejor amiga de Lillian y eso desemboca en una serie de situaciones ridículas. Todo le sale mal a Annie, aunque la felicidad aparente del resto de damas de honor tampoco es mucho mayor. 

La película me ha parecido muy divertida, con un humor que, aunque puede resultar chocante en ocasiones, sabe meter el dedo en la llaga. La comedia está centrada en personajes femeninos y, de hecho, está escrita también por ellas. Esto le da un toque original, e incluso subversivo, ya que no solemos tener la oportunidad de oir y ver las barbaridades que hablan y hacen estos personajes femeninos. Pero es que además, no hay mejor manera de hablar de la esencia del ser humano, de su dignidad, que a través de sus comportamientos más indignos y ridículos. De ahí que nuestra sonrisa sea un poco de complicidad y de piadosa comprensión. Lástima que haya algunas secuencias innecesarias, como las interminables infracciones para llamar la atención del policía amante de Annie, que desmerecen el conjunto de una muy interesante película.

lunes, 24 de octubre de 2011

The Tree of Life

Terrence Malick, 2011. 


Controvertida ganadora de la Palma de Oro en Cannes este año, la grandilocuente película del ermitaño Terence Malick no deja indiferente. He sido testigo de cómo hay gente que se levanta de sus butacas y se marcha. Pero, ¿por qué una película puede llegar a aburrir o irritar tanto? Por la misma razón que hay gente incapaz de sostener en sus manos un libro de poesía sin que le salgan sarpullidos. Los hay que no soportan, sin sentirse incómodos o amenazados, un discurso metafísico a través de imágenes poéticas. Por otro lado hay falta de educación cinematográfica, mucho analfabetismo audiovisual. Tildar o injuriar a este artista tan personal de pretencioso o ridículo es cuanto menos injusto. Malick no pretende aparentar ser más listo que nosotros, ni su objetivo es aleccionarnos sobre la vida. Su intención es artística, su voluntad es capturar en imágenes lo invisible, lo inexplicable, crear emociones que abran o iluminen el camino hacia lo trascendental. Algunos dirán que son desvaríos religiosos o new age, pero se trata más bien de una búsqueda sincera, de una búsqueda de la esencia espiritual en la existencia humana. 

Estamos, por lo tanto, ante una obra de dimensiones distintas al resto de películas, sobre todo al de las que sólo buscan el divertimento instantáneo. Esta película no es para comer palomitas y sorber un refresco, cosa que inevitablemente ocurre en las salas y, por cierto, resulta molesto. Es una experiencia que requiere toda nuestra concentración, abrir las puertas y ventanas de nuestra sensibilidad adormecida por tanta banalidad y dejar que corra la brisa del arte con mayúsculas. El esfuerzo será recompensado. Y si no es así, por lo menos le hemos dado una oportunidad a un cine distinto, visionario. Es cierto, no hay una estructura argumental, un guión con una trama convencional, no es, en definitiva, una película al uso. Malick va de lo universal a lo particular, salta en el tiempo de una manera imprevisible, escuchamos distintas voces en off que reflexionan y se cuestionan preguntas filosóficas. Las imágenes funcionan como recuerdos y, al mismo tiempo, como imaginario colectivo. 

Durante una parte de la película somos testigos del origen del universo, del nacimiento de los planetas y de la aparición de vida en la Tierra. En una de las secuencias más cuestionables de toda la película, un dinosaurio se compadece de otro animal herido en el suelo. ¿Cómo puede un reptil sentir piedad y perdonar la vida a una pieza de caza? La secuencia establece un diálogo con 2001: A Space Odyssey (Stanley Kubrick, 1968), en cuyo inicio también el director retrotrae su relato a la prehistoria para señalar el instinto violento en los seres vivos y el nacimiento de la tecnología con la invención de las armas de caza. Malick, por su parte, dialoga con el inicio de 2001 y señala que en la naturaleza también existe la piedad. Sea como fuere, lo que pretende el director es enlazar la tragedia individual con un conjunto más universal, todo forma parte de una sola cosa. Eso no impide que Malick vuelva con naturalidad a la historia de una familia americana, cuyos ecos son autobiográficos y que se presenta a través de una serie de recuerdos. 

Recuerdos de infancia que asaltan a un ejecutivo, Jack, interpretado por Sean Penn, que ha perdido el contacto con lo importante, que se encuentra inmerso en un mundo frío y cruel que no le llena. Así, Malick reflexiona sobre cómo la infancia marca la vida del adulto. El padre de Jack, un ingeniero interpretado por Brad Pitt, educa con severidad a sus hijos, intenta prepararlos para un mundo duro y competitivo. En ocasiones llega a ser incluso agresivo y esto provoca la aparición en los hermanos de un evidente recelo, de un miedo que marca sus caracteres. Por otro lado, la madre representa la bondad, el amor más ingenuo e indulgente. En uno de los recuerdos más freudianos flota como si fuera un ángel o una diosa.



La fraternidad, la confianza, la inocencia y la brutalidad es mostrada a través de los juegos de los muchachos con una maestría poco común. Los dilemas que se viven durante el paso de la infancia a la adolescencia también tienen su hueco en la monumental película. El deseo de la muerte del padre forma parte del desarrollo psicológico del muchacho, del complejo de Edipo, que tendrá que superar para madurar de una manera saludable. En este dilema se enmarcan las frases que Jack suelta a su padre: "Ella me quiere más a mí que a ti", refiriéndose a su madre. El descubrimiento de la maldad y la pérdida de la inocencia también están reflejados. Y, sobre todo, la llegada del dolor y la tragedia. La muerte del hermano como algo difícil de superar y de entender. Porque al final de todas las grandes preguntas que nos hacemos subyace el dolor, la melancolía. Y ante esta evidente dimensión trágica de la existencia humana, Malick nos regala un bálsamo, un pobre, pero gratificante consuelo: todos formamos parte de la misma cosa, sea lo que sea.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Barney's Version

Richard J. Lewis, 2010.

Para lograr encariñarse o al menos empatizar con los personajes de una película, estos tienen que ser creíbles, de carne y hueso. Pero si se recurre al lugar común, al estereotipo y, además, el propio guionista dibuja con sorna y desprecio a sus criaturas, entonces es difícil que el espectador se preocupe por el destino de las mismas. Tampoco ayuda unas actuaciones poco convincentes y menos aún convencidas. 

Paul Giamatti encarna a Barney, un productor de series de televisión que está lleno de defectos.  Tiene un carácter áspero, es petulante y pedante, egoísta y celoso, inseguro e infantil. Además, para completar la figura del antihéroe americano, está gordo, bebe y fuma. Vamos, que lo tiene todo. Pero nuestro protagonista buscará la redención en el amor y la familia. Se casa tres veces. Primero con una neurótica que acaba suicidándose. Segundo con una pija repelente y empalagosa que le pregunta si se ha lavado con jabón antes de mamársela la noche de su boda, en la que, por cierto, Barney conoce a la mujer de su vida. Tres frases de la invitada al evento bastan para convencer a nuestro antihéroe de que se ha equivocado de esposa. Por lo visto, antes no se había dado cuenta de que se iba a casar con alguien a quien no amaba. Barney sale corriendo del banquete y, en un acto desesperado, se mete en un tren donde está la que ha de ser su nueva conquista. Barney se divorcia después de encontrar la excusa perfecta, su mujer se acuesta con su mejor amigo. Amigo cuya muerte en un rocambolesco accidente despierta las sospechas de un policía que la toma con Barney. De todas formas, el productor encuentra el camino libre para desplegar todas sus armas seductoras y conquistar a la futura madre de sus hijos. Es aquí donde aparecen los peores tópicos del cine americano, esa idealización vergonzosa de la pareja y la familia con las típicas escenas de marras. Un paseo por la ribera del Hudson iluminado por los rascacielos de Manhattan mientras la mujer perfecta nos declara su amor eterno, esto último aún a pesar de haber sido víctima de un acoso patético. Todo regado por una música melodiosa para resaltar la magia del momento. La casita en el campo con el lago de fondo, y el feliz marido sentado en el porche fumando un cigarro con su padre, interpretado por un salvable Dustin Hoffman, y contemplando a su mujer jugando con la parejita, niño y niña, of course. Y así hasta el sonrojo. 

Pero el matrimonio no está hecho para Barney, son demasiados defectos para tan poco atractivo. Y la mujer perfecta abandona a su marido cuando descubre una infidelidad. Por si esto no fuera suficiente, el director decide apostar por el sentimentalismo más tramposo para acentuar el drama que nuestro abandonado protagonista está viviendo. Tiene alzheimer, tan abanzado que en poco tiempo olvida que está separado. Lo malo es que, conociendo su carácter propenso a las triquiñuelas, nadie nos puede asegurar que este momento al estilo El hijo de la novia (2001), no sea otro juego manipulador de Barney. En fin, que es una peli divertida porque no deja indiferente, al menos tiene la capacidad para irritar. Y puede que algunos incautos hasta se sientan embelesados por ella.

miércoles, 12 de octubre de 2011

13 asesinos

Takashi Miike, 2010. 

Takashi Miike es un director de culto japonés habitual en el festival de Sitges y admirado por su capacidad para mezclar géneros. Suya es la película Ichi the killer (2001) donde combina el cine yakuza con el de terror. En sus películas siempre hay un personaje perturbado que tiene tendencia al sadismo. También en esta película existe un representante de la maldad más extrema. Aquí Miike se adentra en el género de los samuráis para contarnos la historia de un grupo de estos fieles sirvientes que reciben el peligroso encargo de acabar con la vida del hermano del sogún, cuya cruenta y sanguinaria personalidad está llevando a los distintos clanes al borde del caos y la guerra. 


La película, con ecos del cine de Kurosawa, especialmente Los siete samuráis (1954), se divide en dos partes. En la primera, que empieza con un truculento haraquiri, se despliegan las redes del poder y se muestra en toda su crudeza la barbarie de la que es capaz Naritsuguru, hermano del sogún. Sus excesos provocan un torbelino de confabulaciones para terminar con él. Shimada es el encargado de formar un grupo de samuráis que intentarán dar caza al sanguinario señor.

En la segunda parte asistimos a una épica batalla en un poblado que dura cuarenta minutos de cruce de espadas, explosiones y trampas mortíferas. A pesar de que esta parte hará las delicias de los amantes del cine de acción, en la primera parte se encuentran los momentos de mayor madurez y profundidad. Es en esta radiografía de lo más tenebroso y violento del ser humano donde reside el mayor logro de este director que no escatima en imágenes sangrientas.

jueves, 6 de octubre de 2011

El Inadaptado

Jens Lien, 2006.

Tragicomedia de humor negro y toques macabros que recibió una buena acogida en los circuitos festivaleros de cine fantástico y se llevó un premio en el de Cannes del 2006. Jens Lien, director noruego, nos cuenta la historia de un taciturno personaje que llega a una pequeña ciudad donde es recibido con una afectada amabilidad. Allí le espera un trabajo en una buena empresa con un jefe bondadoso y sospechosamente comprensivo. El protagonista parece no entender dónde se encuentra ni por qué se le presta tanta atención, pero se deja llevar. Todos le sonríen y le prestan la máxima atención como si fuera alguien importante al que hubiera que agasajar. Sin embargo, hay algo extraño y malsano en el mundo que le rodea. Durante un paseo por las calles grises y tristes de la ciudad, el joven protagonista ve un hombre muerto ensartado en una verja. Todo indica que ha sido un suicidio, pero nadie parece afectado por una escena tan grotesca. El cadáver es retirado por una pareja de funcionarios de la limpieza como si se tratase de basura. El protagonista decide no darle importancia a estos y otros extraños acontecimientos e intenta integrarse en la vida social. Las chicas que conoce aceptan con sumisión las relaciones íntimas, pero se muestran frías e insensibles. Todos tienen un rol que asumen irracionalmente en un ambiente aséptico e inhumano. Pronto el protagonista se sentirá atrapado en esta extraña cárcel de la que pretenderá huir a través de un agujero que encuentra en la casa de un violinista. 

A medio camino entre la ironía más negra y el surrealismo, el director nos sumerje en un mundo kafkiano, donde los personajes son despojados de toda su esencia humana para representar un papel dentro de una sociedad vacía. Sin embargo, lo que podría haberse convertido en una ácida crítica de la hipocresía y el cinismo de una civilización a la deriva, no alcanza a ser más que una broma inocua llena de egocentrismo. La película no ofrece ninguna explicación a lo que sucede. ¿Quién es el protagonista, por qué es merecedor de tantas atenciones un extraño como él? Su dificultad para adaptarse a un entorno tan insólito es en cierto modo entendible, pero vive su experiencia con una actitud pasiva y no se plantea en ningún momento entender o empatizar con el otro. A no ser que toda la película sea una pesadilla del protagonista. Truco simple para no tener que explicar nada.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Chinatown

Roman Polanski, 1974.



Polanski es un maestro creando atmósferas oprimentes. Sus personajes se ven envueltos en historias turbias donde el mal parece inundarlo todo. En esta película nos encontramos con una truculenta trama en la que cabe la corrupción, el incesto y el asesinato.  

El detective Gittes, interpretado por un contenido Jack Nicholson, es contratado por la que se presenta como la señora Mullray, y que poco después se descubre como farsante, para investigar si su marido la está engañando con otra mujer. Gittes se verá dentro de un intrincado caso relacionado con la gestión del agua en la ciudad de Los Angeles. 

El guión está construido con sumo cuidado para que todas las piezas encajen y los interrogantes se van despejando paulatinamente, de una manera estudiada para mantener el interés. La película transgrede la convención de que el cine negro debe estar rodado en escenarios lúgubres y donde la penumbra lo domine todo. En este caso, las sombras son reemplazadas por los paisajes luminosos de una California polvorienta y sedienta. El aparente academicismo es roto también por algunas escenas brutales como el impactante momento en el que Polanski, actuando como mafioso, corta la nariz del detective. Sin embargo, la historia se ve lastrada por un guión demasiado artificial, en el que todo está muy medido, donde los personajes se ven obligados a explicarse continuamente para que el espectador no se pierda y la trama avance. Las costuras del traje quedan a la vista, aunque eso no quita para que disfrutemos con el sombrío juego que se nos plantea.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Tres Dies Amb La Família

Mar Coll, 2009.

Cuando se abordan temas tan trillados, como en este caso las relaciones familiares, se puede caer en la trampa del lugar común o de un costumbrismo aburrido y predecible. Aquí, sin embargo, se ha hecho desde la sinceridad y la honestidad, y estamos ante una película cuanto menos interesante y emotiva. 

Mar Coll nos muestra a una familia catalana reunida durante unos días por causa de la muerte del patriarca. La celebración del funeral y el reparto de la herencia son las excusas que sirven a la directora para diseccionar el cuerpo enfermo de la unidad familiar. La nieta, una joven estudiante de ingeniería que vive en Francia y que pretende montar un bar con su novio, se encuentra en un momento de inflexión. Las decisiones que tome pueden marcar el rumbo de su vida y no se siente respaldada por sus padres que a su vez están inmersos en una separación llena de ambigüedades y de mentiras. Por un lado no quiere continuar con sus estudios, por el otro cuestiona los frágiles lazos que mantiene con su novio y, por lo tanto, su arriesgada aventura en otro país. Las dudas, los silencios, la incomunicación van mermando el ánimo de la joven que observa desde el desagrado la hipocresía de una familia con sus miserias enterradas bajo una superficie de falsa armonía y estatus acomodado. Pronto salen a flote los conflictos, y las peleas hacen explotar la sinceridad con fuerza. Después del fragor de la batalla queda la aceptación de los defectos propios y ajenos. La comunicación familiar se restablece y llega la redención. El refugio en el que todos queremos calentarnos vuelve a parecer acogedor.

martes, 13 de septiembre de 2011

Un Verano Con Mónica

Ingmar Bergman, 1953.

El verano es una estación especial. Es el momento del año en el que nos quitamos de encima no solo la ropa, sino también pesos y responsabilidades que arrastramos durante el resto del año. El buen tiempo, el mar, la libertad, la siesta y la cerveza, es un tiempo dedicado al placer, a la vida hedonista y desatada. Es la estación propicia para lucir la juventud, los que la tienen, o revivirla, los que ya se les ha ido. Cada verano es en sí mismo un nacer y un morir. Y esta es una de esas películas que saben captar esa plenitud vital que es ilusoria, pues acaba con la llegada del otroño o con la vuelta a la rutina, a la dura realidad aparcada y que siempre nos pilla desprevenidos. 


Monika es una joven romántica e inquieta de diecisiete años que conoce a Harry, un chico de veinte años que trabaja como dependiente en una tienda donde lo tratan con desprecio. Monika atrapa en sus redes al torpe galán que se ve arrastrado por el torrente pasional de la muchacha. Este último abandona su trabajo y decide escapar con su amor en un pequeño bote de su padre y pertrechado con algunos suministros. El verano que pasan juntos de playa en playa es idílico, una vuelta al Edén. La desnudez de sus cuerpos se integra en un entorno de ensueño, bailan y hacen el amor sin preocuparse por nada más. Pero la chica se queda embarazada y el sueño se termina. La comida empieza a escasear. Después de un intento de robo frustrado se ven obligados a terminar con su romántico vagabundeo. 

Una vez en la ciudad, Harry retoma sus estudios para conseguir un trabajo mejor. El esfuerzo lleno de responsabilidad y madurez del joven por mantener su familia no es correspondido por una caprichosa Monika que solo piensa en pasárselo bien. Lo que empezó como una bonita aventura de verano pronto muestra su cara más amarga. 

Bergman se complace en mostrar la belleza de los canales de Estocolmo y de los mares del norte, pero sobre todo es capaz de profundizar como nadie en los claroscuros del ser humano. La pasión, el desenfreno veraniego, el engaño de lo que parece lleno de belleza y que se torna en desilusión y decepción. Nos muestra el verano como un paréntesis temporal en el que las sombras de la realidad se esconden para presentarnos su cara más luminosa. Pero es por poco tiempo, y el genial director sueco nos conduce inexorablemente al amargo despertar que sigue al encanto. Eso sí, con el ánimo marcado por la dulce experiencia, algo que imbuye de vigor al protagonista, y siempre desde la esperanza de volver a encontrarnos con el verano de nuevo.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Tropa de Elite

José Padilha, 2007.



Esta producción brasileña, una de las más exitosas de los últimos años, retrata la realidad de la violencia, el tráfico de drogas y la corrupción de la policía en las favelas de Rio. Una visita del Papa, algo que últimamente ocurre muy a menudo en España, sirve de acicate para que la policía realice una operación de limpieza en los barrios más conflictivos. Con un tono a medio camino entre el documental y la ficción, la película se centra en un grupo especial de la policía que utiliza técnicas del ejército para enfrentarse con las bandas de narcos. 

Las referencias que utiliza el director se reconocen con facilidad, principalmente Full Metal Jacket (Stanley Kubrick, 1987) y Cidade de Deus (Fernando Meirelles, 2002). El entrenamiento y la selección que se realiza para captar nuevos miembros en el grupo especial recuerda a la primera parte de la película bélica de Kubrick. Los temas que trata son delicados y quizás se frivolizan en la película en aras de favorecer la veta más comercial y contentar al público con secuencias de acción. Se pierde una buena oportunidad para reflexionar sobre una lucha que resulta desigual para un cuerpo de policía con numerosos problemas como falta de recursos, entrenamiento y, sobre todo, honestidad.

martes, 30 de agosto de 2011

El Libro Negro

Paul Verhoeven, 2006.
 
El director de Robocop, Desafío Total o Instinto Básico  nos entrega aquí una nada desdeñable película de suspense enmarcada en la Holanda de los años de dominio nazi. Una joven judía, cantante de profesión, busca ayuda para huir de los nazis. Un misterioso agente holandés le ofrece medios para escapar con su familia y otros judíos. El único requisito es que consiga todo el dinero que pueda para vivir clandestinamente durante dos años. Sin embargo se trata de una trampa y matan a todos, excepto a ella que sobrevive, y se quedan con todo el dinero y las joyas que traían consigo las víctimas. A partir de ahí le ofrecen integrarse en una organización de resistencia donde podrá trabajar como espía y vengarse de los nazis. 
 
Con una trama elaborada, puede que hipertrofiada y efectista, con múltiples giros y sorpresas, la película tiene un tono muy propio del cine de Verhoeven. El componente sexual y turbio toma preponderancia en algunas escenas que alejan a la película del clasicismo. Si hay un pero es que se torna un tanto enrevesada y pierde el realismo que pretende conseguir con una ostentosa producción y puesta en escena. El resultado es una obra entretenida, aunque sin despegar a cotas más elevadas.

jueves, 25 de agosto de 2011

La Noche Que No acaba

Isaki Lacuesta, 2010.

A finales de los ochenta y, posteriormente en los noventa, Jean Luc Godard realizó uno de los poemas visuales más complejos que jamás se ha realizado sobre el cine, Histoire(s) du Cinema. A lo largo de varios capítulos se recorría la historia cinéfila del propio Godard, sus películas favoritas, sus directores admirados y también, se abordaba desde una perspectiva original las relaciones entre cine, arte e historia. Heredera de esta serie documental, Isaki Lacuesta, director gerundense, autor de Cravan vs Cravan (2002), La Historia del Tiempo (2006) o la más reciente Los Condenados (2009), retoma el espíritu de Histoire(s) para trasladarlo a su tierra y centrarlo en una sola protagonista, Ava Gardner. La que fue calificada como "el animal más bello del mundo" recaló en la Costa Brava para protagonizar la película Pandora y el Holandés Errante (Albert Lewin, 1951). 

Ava quedó cautivada por las tierras y las gentes de España, y también por una forma de ver la vida que encajaba bastante con ella. La fiesta, el alcohol y la pasión desmedida fueron las rocas en las que encalló la actriz por una larga temporada. En el documental se muestra el periplo vital de la Gardner durante esos años, sus películas y sus amores, entre los que se encontraban Mario Cabré o Luis Miguel Dominguín. Frank Sinatra aterrizó en España, celoso ante los rumores que le llegaron, para reconquistar a su descentrada mujer. Las huellas de los excesos cometidos en noches de desenfreno se van marcando en un rostro curtido por el paso del tiempo. Y es eso precisamente lo que pretende capturar el documental, cómo el rostro de la actriz muestra las señales que la vida y el cine van dejando en ella. Cómo la decadencia que sufre su cuerpo también es reflejo de su declinante carrera en el cine o viceversa. La vida consumida hasta la última gota.  

sábado, 20 de agosto de 2011

Walk the Line

James Mangold, 2004.

Basándose en la autobiografía de Johnny Cash, el director de las más recientes y mediocres 3:10 to Yuma (2007) y Knight and Day (2010) construye un biopic sobre uno de los grandes cantantes americanos. A pesar de un cierto convencionalismo a la hora de retratar la vida del artista, con las típicas escenas sobre la dura infancia del protagonista, de familia pobre y maltratado por su padre, la obra despliega una sinceridad cruda y desarmante y muestra sin pudor las aristas de un personaje tierno y romántico en ocasiones, ingenuo y autodestructivo en otras. Su voz desgarrada y surgida desde una desesperación abisal arrastra al éxito a una persona que no está preparada para ello. Johnny se torna un adicto de las anfetas y del alcohol y su matrimonio se rompe. Sólo el amor que siente por June Carter podrá sacarlo del agujero en el que él mismo se mete. Pero la relación con la cantante de country es ambigua. Por un lado, es evidente la química y la complicidad entre ellos, pero por otro lado June, casada también, evita el escándalo. La perseverancia de Johnny por este amor es emotiva y le convierte en un ser vulnerable, pero extraordinariamente pasional. 

La actuación de un Joaquin Phoenix en estado de gracia mereció una nominación a los oscar. Si a eso añadimos una banda sonora estupenda, es difícil no disfrutar de la película. 


viernes, 29 de julio de 2011

Hall Pass

Bobby Farrelly, Peter Farrelly, 2011. 

Los hermanos Farrelly están detrás de dos de las comedias más irreverentes de la década de los noventa, Dumb & Dumber (Dos tontos muy tontos, 1994) y There's Something About Mary (Algo pasa con Mary, 1998). La de Mary nunca me ha parecido tan divertida como algunos decían. A partir de ahí los hermanos han seguido realizando comedias con mayor o menor éxito. En Hall Pass, traducida como Carta Blanca, seguimos encontrando ese humor desprejuiciado y gamberro de sus obras previas, pero también hay un discurso más maduro que trata temas como la familia o la crisis de los cuarenta. 

Dos amigos casados y con hijos muestran signos de cansancio en su matrimonio. Sus mujeres detectan a tiempo estos signos y deciden afrontarlos con la técnica de una amiga psicóloga. Durante una semana van a tener una especie de vacaciones matrimoniales, sin hijos de por medio y sin compromisos de fidelidad. Lo que en principio parece el sueño de todo hombre casado se torna en una aventura patética en la que los cuarentones se enfrentan con desesperación a la dura realidad, están oxidados. Y es que el ligoteo con los amigotes es más duro de lo que todos creían recordar. Algunas situaciones que se producen son realmente divertidas y los Farrelly se enfrentan a algunos de los tabús de una sociedad americana cada vez más puritana. Memorable el momento en el que uno de los protagonistas tiene que ser rescatado de un jacuzzi por dos hombres desnudos. La audacia con la que se presentan ciertas verdades y preocupaciones de los hombres de esa edad desde el humor se desvanece en los momentos finales cuando la seriedad y una visión más conservadora se adueñan de la película. Pero a pesar de esto el resultado no decepciona y, al final, queda el regusto de haber pasado un rato divertido.

miércoles, 20 de julio de 2011

Valhalla Rising

Nicolas Winding Refn, 2009.

Winding Refn es uno de los directores del momento. Ganador del premio a la mejor dirección en Cannes por Drive, sus películas anteriores, Pusher (1996) y sus secuelas y Bronson (2008), se han convertido en obras de culto. Personajes extravagantes en los márgenes de la sociedad y violencia descarnada son marcas de la casa. Si en Bronson relataba las aventuras de un preso decidido a convertirse en una celebridad a base de manporros y rebeliones contra el sistema carcelario, en Valhalla Rising nos presenta la historia de un misterioso guerrero de sólo un ojo que permanece preso en una tribu nórdica. 

Utilizado en luchas a muerte con otros guerreros, demuestra su instinto asesino y su destreza para la batalla, que lo hacen temido y odiado. Después de acabar con todos sus captores, emprende un viaje, junto con otros acompañantes a los que se ha unido, por aguas desconocidas y desembarcan en unas tierras donde una violenta tribu les da caza uno por uno. 

La brutalidad de la época que retrata, alrededor del año 1000 a.C., da pie al director para desplegar su vena gore, pero desde un estilo pausado que domina toda la película, que nadie espere encontrar acción a raudales. Lo más destacable de este director danés es su capacidad para construir imágenes de una gran fuerza expresiva. Su estilo visual se impone sobre la historia y tiene preponderancia el componente contemplativo sobre el narrativo, la forma sobre el contenido. De ahí que el viaje del guerrero casi parezca una excusa para poder capturar las imágenes de unos paisajes abruptos y tenebrosos. De hecho, el protagonista no abre la boca en ningún momento y parece que sean las montañas y el cielo los que se expresan por él. El resultado es una obra interesante desde el aspecto visual, pero con una historia un tanto arbitraria y con unos personajes poco o nada definidos, meros cuerpos en movimiento por unos territorios salvajes que podrían representar una especie de entrada al infierno según la mitología nórdica.

martes, 12 de julio de 2011

Balada Triste de Trompeta

Alex de la Iglesia, 2010.

Acción Mutante (1992) y El día de la Bestia (1995) fueron dos gamberradas con un humor negro desacomplejado que en resumidas cuentas eran divertidas. Toda la mordacidad y audacia que tenía Alex de la Iglesia en sus comienzos se ha ido diluyendo con el tiempo. En su último intento por recuperar el pulso vuelve la mirada al pasado más oscuro de España para construir un relato que defiende como uno de los más personales que ha realizado. Sin embargo, y a pesar  de alcanzar León de Plata a la mejor dirección en el festival de Venecia, dicen que impulsado por el director del jurado, Tarantino, la película ha despertado opiniones muy diversas. La mía es que es un derroche sin pies ni cabeza, totalmente prescindible. 



La historia de dos payasos que luchan por el amor de una misma mujer está rodada con una ambición y un desenfreno desmedidos. Los excesos que pueblan las imágenes, llenas de violencia y efectos especiales, no acompañan a un pobre guión en el que sus personajes se mueven en función de lo que requiere a cada momento la acción y no al revés. Los personajes resultan planos y aburridos, eso a pesar de las psicosis que parecen sufrir algunos. El payaso jefe es un psicópata machista que ejerce violencia de género sobre su novia, una trapecista despampanante de la que también se ha enamorado el payaso triste. Este último es un impávido mequetrefe que de repente se vuelve un loco sádico de manera injustificada. Es imposible empatizar con ninguno de ellos. Ni rastro del humor y la ironía que  el director desplegaba en sus obras anteriores. El griterío y la histeria general no es tratada como una alegoría de unos tiempos convulsos, sino como una herramienta para excitar a un espectador que acaba saturado. El clímax en las alturas de un monumento, firma de la casa, en este caso la cruz del Valle de los Caídos, es previsible y no salva la película del tedio. Lo único salvable son los créditos de inicio.     


miércoles, 29 de junio de 2011

Million Dollar Baby

Clint Eastwood, 2004.

Eastwood es un gran cineasta, con un estilo propio y que, en sus siempre bien recibidas películas, reflexiona principalmente sobre el desgaste del sueño americano. La mesa sobre la que se sirve el banquete de este sueño se sustenta sobre cuatro patas: el éxito, la familia, la comunidad y Dios. El director  se empeña en mostrarnos la inestabilidad de esas patas y  cómo la mesa se  puede caer con todo el aparejo del festín. Algunos ejemplos recientes son Mystic River (2003), Gran Torino (2008) o  Changeling (2008), donde se centra en la familia y la comunidad para mostrar una sociedad deshecha. El maniqueísmo del que están impregnadas sus películas no es el resultado de una visión simplista de la realidad, sino que es un mecanismo expresivo, una psicomaquia necesaria para poder golpear con más fuerza las conciencias. 

Pero de todas sus películas, quizás es en Million Dollar Baby donde menea con más brío las cuatro patas al mismo tiempo. Por un lado, el éxito. La boxeadora treintañera, Maggie, es el prototipo de persona con las virtudes necesarias para alcanzar aquello que se proponga: trabajadora, perseverante, humilde y ambiciosa. Pero justo cuando está tocando con los dedos su sueño, todo se derrumba por un accidente desafortunado. Maggie queda paralizada de cuerpo entero.

La familia. La boxeadora es la hija que todos querrían tener. Además de las virtudes antes mencionadas, es honesta dulce y tierna. El personaje interpretado por Eastwood, Frankie, que acaba aceptando ser su entrenador después de la insistencia de la chica, también establece una relación paternal con ella. Pero su familia real está lejos de ser la idílica. El dinero parece ser su único interés. 

La comunidad. El club de boxeo en el que entrena la luchadora Maggie está poblado de distintos personajes que establecen una interesante red de relaciones. Frankie regenta el club. Es un hombre huraño que se ha rodeado de una coraza para no volver a repetir errores del pasado y se ha vuelto excesivamente conservador. Eso le ha hecho perder oportunidades, pero también le ha convertido en un hombre con una sabia prudencia. También está el viejo boxeador al que Frankie acoje por compasión y por un sentimiento de culpabilidad, otro joven enclenque con mucho corazón y poca pegada, el soberbio que aprende una importante lección y, sobretodo, esos desheredados que se refugian bajo el techo del gimnasio y que encuentran la redención dentro de esa comunidad de perdedores. 

Por último, Dios. Cuando la boxeadora pide ayuda a su entrenador para acabar con su vida, Frankie se enfrenta de lleno con las paradojas y las contradicciones de la moral cristiana. La eutanasia no significa aquí una rendición, sino una nueva lucha de la boxeadora por un final digno. La posible afrenta a Dios poco importa frente al sufrimiento de un ser humano. 

Clint nos regala una completa y nada complaciente visión de América a la deriva. En sus imágenes hay una nostalgia que palpita desde la oscuridad en la que se encuentra una civilización cuyos ideales se han podrido.   

martes, 21 de junio de 2011

The New World

Terrence Malick, 2005.

Malick es un artista particular. El director, ganador de la Palma de Oro de Cannes por su última película The Tree of Life, no concede entrevistas y apenas hay imágenes de él. Es de los que se toma su tiempo cada vez que emprende un proyecto, aunque últimamente parece que le han entrado las prisas y ya tiene otra película casi terminada (The Burial). Sus obras son pausadas y poéticas, sus imágenes buscan la trascendencia y sus preocupaciones son metafísicas. Aún así, su cine tiene suficientes elementos para poder ser disfrutado por un público amplio. En The Thin Red Line (1998) entregó una soberbia película bélica enmarcada en la batalla de Guadalcanal durante la Segunda Guerra Mundial. 

Su siguiente obra, The New World, nos traslada al siglo XVII para contarnos la historia de Pocahontas y el capitán Smith. Esta base argumental, que en otras manos puede dar lugar a un producto convencional e incluso empalagoso, sirve de pretexto para que Malick reflexione sobre uno de sus temas favoritos, la pérdida de la inocencia del hombre, alienado por una civilización que prioriza por encima de todo el desarrollo materialista frente a otros valores más humanistas. Como contrapartida a una civilización desarrollada y corrupta, la de los primeros colonizadores británicos, nos muestra un poblado de indígenas que mantienen su esencia más primitiva, en estrecha relación con la naturaleza y viviendo sin elementos perturbadores como el dinero, el poder o la tecnología. Las imágenes del director exaltan este modo limpio y pleno de vida, donde no existen palabras como envidia o codicia. Este paraíso es representado con toda la fuerza expresiva del director americano, célebre por su cuidado exquisito a la hora de escoger los planos, siempre de una belleza deslumbrante. Y en este escenario idílico, lleno de imágenes poéticas, es donde nace la pasión entre los dos protagonistas. La expulsión del paraíso llega en forma de guerra, inevitable cuando los sórdidos colonizadores muestran sus intenciones de quedarse. 

Pocos directores son capaces de sugerir tanto con sus imágenes como Malick, llegar a tocar lo inaprensible, acercarnos a lo espiritual. Quizás Tarkovsky, aunque resulta menos accesible. Algunos se aburrirán con su ritmo lento y su narrativa diluida, otros dirán que es magistral. Mi opinión es que merece la pena dejarse llevar. 

miércoles, 15 de junio de 2011

Misterios de Lisboa

Raúl Ruiz, 2010.

Obra cumbre del director chileno de setenta años, responsable de otras películas como Le temps retrouvé (1999) o Klimt (2006). Sus cuatro horas y media de duración son una delicia para los amantes del culebrón de altos vuelos. 

El retrato que realiza la película de la aristocracia portuguesa y francesa de finales del siglo XIX, de sus vilezas y sus conspiraciones contadas como si se tratase de un folletín teatralizado, la emparenta con la gran obra maestra de Jean Renoir, La règle du jeu (1939). Basada en una novela de Castelo Branco, Ruiz nos cuenta la historia de una serie de personajes que se relacionan entre sí a través de un extravagante entramado de amoríos, coincidencias y enemistades que se despliegan en una inabarcable sucesión de relatos. 


Los misterios a los que se refiere el título de la película son los que esconden las distintas criaturas que pueblan este gran tapiz y que se van descubriendo conforme damos vueltas en la espiral que gira alrededor del mundo hipócrita de la alta burguesía retratada. La complicada estructura narrativa consigue hacernos sentir el vértigo del absurdo de la vida y, al mismo tiempo, el placer que supone la observación del teatro de las miserias humanas. No en vano, el director inserta fragmentos en los que la historia se cuenta con la ayuda de un pequeño teatrillo. A su vez, su estilo delicado y exquisito, reflexiona sobre la representación.  En diversas ocasiones el director utiliza el doble encuadre, como cuando vemos una escena a través del ventanal de un carruaje o a través de una puerta. Todo nos invita a distanciarnos para disfrutar de la historia, de la narración en la que se desvelan misterios y secretos inventados. Puro placer.  

jueves, 9 de junio de 2011

Dead Ringers

David Cronenberg, 1988.

Todos los directores de cine tienen alguna tara, pero si hay un cineasta con una mente enfermiza, ese es David Cronenberg. Es uno de esos creadores que si no hubiesen canalizado sus obsesiones a través del arte probablemente estaría en un manicomio en el mejor de los casos. Películas como Scanners, Videodrome, The Fly, Naked Lunch, Crash o Existenz son un muestrario de las pesadillas que asolan a este genio canadiense. La carne como esencia de nuestra naturaleza, la degradación a la que estamos condenados, las máquinas como objetos sensuales, las perversiones sexuales, el uso de drogas y la búsqueda de la identidad propia en una sociedad alienante son algunos de los temas recurrentes en su filmografía. 

En esta película dos gemelos ginecólogos, que disfrutan de un relativo éxito profesional, se adentran en una crisis existencial al establecer una relación con una actriz cuyas tendencias sexuales son extravagantes. Uno de los gemelos, más sensible y bondadoso, se enamora de la actriz, mientras el otro la utiliza en un juego de identidades que acabará por destruir el trío y el equilibrio fraternal. Esto desencadenará un enfrentamiento entre los dos hermanos que afectará a su reputación profesional y que llevará al más débil a una espiral autodestructiva con drogas por medio. 



Algunos elementos narrativos son de una fuerza perturbadora inusual, como esos instrumentos quirúrgicos que parecen más bien instrumentos de tortura pero que son expuestos en una sala como si fueran obras de arte. Cronenberg muestra una capacidad inigualable para crear criaturas perturbadas y cercanas al mismo tiempo, con patologías extrañas, encerradas a su vez en una atmósfera malsana y opresora. Un viaje a lo más oscuro del ser humano.