jueves, 9 de junio de 2011

Dead Ringers

David Cronenberg, 1988.

Todos los directores de cine tienen alguna tara, pero si hay un cineasta con una mente enfermiza, ese es David Cronenberg. Es uno de esos creadores que si no hubiesen canalizado sus obsesiones a través del arte probablemente estaría en un manicomio en el mejor de los casos. Películas como Scanners, Videodrome, The Fly, Naked Lunch, Crash o Existenz son un muestrario de las pesadillas que asolan a este genio canadiense. La carne como esencia de nuestra naturaleza, la degradación a la que estamos condenados, las máquinas como objetos sensuales, las perversiones sexuales, el uso de drogas y la búsqueda de la identidad propia en una sociedad alienante son algunos de los temas recurrentes en su filmografía. 

En esta película dos gemelos ginecólogos, que disfrutan de un relativo éxito profesional, se adentran en una crisis existencial al establecer una relación con una actriz cuyas tendencias sexuales son extravagantes. Uno de los gemelos, más sensible y bondadoso, se enamora de la actriz, mientras el otro la utiliza en un juego de identidades que acabará por destruir el trío y el equilibrio fraternal. Esto desencadenará un enfrentamiento entre los dos hermanos que afectará a su reputación profesional y que llevará al más débil a una espiral autodestructiva con drogas por medio. 



Algunos elementos narrativos son de una fuerza perturbadora inusual, como esos instrumentos quirúrgicos que parecen más bien instrumentos de tortura pero que son expuestos en una sala como si fueran obras de arte. Cronenberg muestra una capacidad inigualable para crear criaturas perturbadas y cercanas al mismo tiempo, con patologías extrañas, encerradas a su vez en una atmósfera malsana y opresora. Un viaje a lo más oscuro del ser humano.

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