miércoles, 29 de diciembre de 2010

Lo mejor del 2010

Esta es la lista de las diez películas que más me han gustado este año por orden de preferencia. Evidentemente he visto una parte reducida de las que se han estrenado, así que muchos otros títulos podrían estar aquí. Espero que vuestros comentarios sirvan de contrapunto a mi reducida perspectiva.

  1. Copie Conforme (Abbas Kiarostami)
  2. Two Lovers (James Gray) 
  3. The Social Network (David Fincher)
  4. Alle Anderen (Entre Nosotros, Maren Ade)                  
  5. A Serious Man (Joel y Ethan Coen)  
  6. The Bad Lieutenant: Port of Call - New Orleans (Werner Herzog)        
  7. Das Weisse Band (La Cinta Blanca, Michael Haneke)          
  8. Vincere (Marco Bellocchio)                   
  9. Kick-Ass (Matthew Vaughn)          
  10. Kynodontas (Canino, Yorgos Lanthimos)
      
        

                

lunes, 27 de diciembre de 2010

The Social Network

David Fincher, 2010.

Si existiese una mitología del capitalismo contemporáneo, Mark Zuckerberg sería uno de los dioses del Olimpo, puede que el mismísimo Zeus. La proeza de este "geek" (o friki en español) es sobradamente conocida: con veintipocos años se convirtió en el joven más rico sobre la faz de la tierra gracias a la creación de Facebook. Con una inversión mínima (apenas unos cuantos servidores) y con una idea robada, o al menos inspirada por otros, se encontró en lo más alto de la escala social de una manera fulgurante. Y así apareció la leyenda, el mito del nuevo empresario, el todopoderoso dios de nuestros tiempos, capaz de hacer realidad el sueño del capitalismo del siglo XXI.
La película de David Fincher, con guión de Aaron Sorkin, el creador de la exitosa serie The West Wing (El ala oeste de la Casa Blanca, 1999-2006), no pretende relatar la historia épica de la creación de Facebook, ni servir de hagiografía de Mark, sino todo lo contrario. Se propone desmitificar al protagonista, destruir la leyenda o al menos traerla al nivel de la tierra, humanizarla para mostrar las pasiones y emociones que se generan en torno a un hecho tan extraordinario, al menos desde el punto de vista empresarial. Son los personajes y sus instintos los que quedan fotografiados a través de una narración fragmentaria. Tal y como ya ocurría en Citizen Kane o Rashomon, la historia se construye a partir del punto de vista de distintos personajes que añaden piezas en un puzzle moral incompleto y sin solución. La complejidad de las motivaciones de los personajes nos impide juzgarlos con maniqueísmo. En el caso de Zuckerberg se nos muestra a un muchacho torpe con las relaciones sociales, incapaz de conectar de una manera sincera con sus congéneres y que, a pesar de su fachada soberbia e inteligente, esconde muchas debilidades y complejos. En la primera secuencia de la película asistimos a la ruptura con su novia, cansada de su actitud insolente. Este hecho toma un cariz importante pues se trata de uno de los motores que impulsa a Mark a buscar notoriedad para demostrar que no es un gilipollas, como le espeta su novia en la primera escena que sirve de prólogo. A partir de ahí se desencadenan los acontecimientos que llevan a la tormenta, una serie de demandas interpuestas que significarán la ruptura de todos los lazos con sus antiguos compañeros y amigos. Somos testigos de una corriente que arrastra implacablemente a unos personajes incapaces de actuar según unos patrones preestablecidos, porque no existen, porque se trata de una tormenta nunca vista antes, una situación nueva que desenmascara a todos y los deja desnudos ante su destino. Actualizando la tragedia griega en los tiempos de las redes sociales y la ingeniería financiera, cuyas reglas cada vez se acercan más a la física cuántica, la muerte metafórica consiste en la expulsión de la cima del poder económico y social. El único superviviente se enfrentará a su propio destino, la soledad. La magnífica película de Fincher se convierte así en una radiografía del hombre actual, enfrentado a un mundo que no conoce, que cambia a una velocidad de vértigo y que convierte cualquier referencia anterior en un borroso y obsoleto juguete.

viernes, 24 de diciembre de 2010

The Last Airbender

M. Night Shyamalan, 2010.

No es ni mucho menos tan mala como la crítica dice. Quizás no haga justicia a la serie de animación en la que se basa, no lo sé, porque tampoco he visto la serie. Pero, desde luego, es una película digna y entretenida. Shyamalan es uno de los directores más personales e interesantes de la industria americana. Sus últimas películas, sobre todo Lady in the Water (La Joven del Agua, 2006) y The Happening (El Incidente, 2008), injustamente infravaloradas, son perfectamente defendibles en una trayectoria coherente y de un estilo muy reconocible. Es cierto que esta obra es quizás la menos sutil, la que se centra más en los recursos efectistas que en el fuera de plano, pero sigue reconociéndose su mirada. La historia se basa en la primera parte de la serie de animación del mismo nombre. En un mundo místico en contacto con distintas divinidades, la Nación del Fuego intenta conquistar al resto de naciones. Cada nación tiene miembros que dominan un elemento de la naturaleza, el fuego, el agua, el viento o la tierra. Sólo hay una persona capaz de dominar los cuatro elementos, el Avatar, responsable de mantener el equilibrio entre todas las fuerzas. El Avatar se reencarna cada vez que muere y esta vez lo ha hecho en un muchacho que ha estado desaparecido durante cien años. En un mundo en guerra, este muchacho tendrá que cargar con la responsabilidad de volver a restablecer el orden. Con influencias del cine de animación manga, sobre todo el Miyazaki de La Princesa Mononoke y El Viaje de Chihiro, tanto la serie original como esta película muestran un mundo de una riqueza mitológica muy atractiva y que conecta directamente con la sabiduría oriental y con los valores ecologistas, tema que ha interesado a Shayamalan en sus últimas películas. De hecho, el viento ha jugado un papel fundamental tanto en esta como en su película anterior, The Happening, convirtiéndose en un personaje más. Ese interés surge de la necesidad de contar historias desde lo invisible, reduciendo el suspense a un minimalismo casi espiritual. Y eso, a pesar de que en esta ocasión, se despliega todo el armamento de una película de efectos especiales.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

La Régle Du Jeu

Jean Renoir, 1939.


Considerada como una de las mejores y más influyentes películas de la historia del cine, esta obra maestra de Jean Renoir es un retrato agrio sobre la alta burguesía francesa de los años previos a la Segunda Guerra Mundial. Cuando se estrenó, suscitó una gran polémica. Renoir contaba que uno de los espectadores intentó prender fuego al cine en el que se proyectó por primera vez. Bajo la forma de una comedia teatral frívola, se critica sin piedad una clase social que ha perdido sus valores y que ha renunciado al compromiso con el mundo que le rodea. La ironía es el visturí que utiliza el director para diseccionar una realidad preñada de tragedia y explicar los cambios que se estaban produciendo en el mundo. La barbarie estaba llamando a la puerta. El vodevil de amoríos e infidelidades da paso a un desenlace trágico en el que muere uno de los personajes, el más ingenuo y romántico de ellos. El intruso es expulsado del mundo cerrado en el que están inmersos los personajes de una casta privilegiada que se mueven según unas reglas muy marcadas, las reglas del juego. Los criados anhelan acceder a ese mundo hipócrita ejecutando los deseos de los amos y convirtiéndose en cómplices de la farsa. Cada plano de la obra de Jean Renoir está hecho con una intencionalidad muy precisa, nada está dejado al azar. Las escenas de la cacería son una metáfora o un presagio de lo que estaba por llegar. Los planos secuencia, los travellings y la planificación de la puesta en escena dan un dinamismo a la narración poco común en la época. Los personajes parecen construidos desde la teatralidad más caricaturesca, pero muestran toda la complejidad de la naturaleza humana. Imprescindible.

domingo, 12 de diciembre de 2010

The Kids Are All Right

Lisa Cholodenko, 2010.

Producto moldeado según las formas del cine independiente con temática aparentemente subersiva, pero que esconde un gran conservadurismo. Ya se ha colocado en la carrera por los Oscar y, de hecho, está nominada en varias categorías para los Globos de Oro. Y, probablemente, será una comedia exitosa al estilo de Pequeña Miss Sunshine. Una pareja de lesbianas tiene dos hijos del mismo donante de esperma y estos deciden llamarlo para conocerlo. El padre resulta ser un hombre hecho a sí mismo, guapo y enrollado. Tiene un restaurante en el que se usan ingredientes sacados de un huerto ecológico que él mismo cultiva. Es tan majete, que ofrece trabajo a una de las madres para que le ayude con el rediseño del huerto y acaba teniendo una aventura con ella. El ecologista está dispuesto a llegar hasta el final y representa una amenaza a la familia formada por las lesbianas y los dos adolescentes. Pero ni un hombre tan atractivo como este, personaje construido por la directora con cualidades muy apreciadas por ellas (tierno además de guapo, atento y que no rehuye sus responsabilidades), podrá resquebrajar la fortaleza de la unión familiar.  El retrato que se hace de los conflictos en una familia de estas características es superficial, se queda en la pura anécdota y hay pocos momentos que respiren cierta verdad. Quizás el único surge cuando la hija adolescente se marcha a la universidad, momento que recuerda al final de Toy Story 3 y que es una elegía a la pérdida de la infancia. Por lo demás, estamos ante un producto de factura engañosa que pretende dibujar un retrato de las disfunciones de la familia, pero que acaba defendiendo una imagen idílica de la misma y cayendo en los lugares más comunes. Los referentes parecen ser películas como The Squid and the Whale ( Una historia de Brooklyn, 2005) o Sideways (Entre Copas, 2004), pero en estas hay mucha más honestidad.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Crazy Heart

Scott Cooper, 2009.


Hay una atracción morbosa (y puede que compasiva) por las historias sobre perdedores. Lo cierto es que los personajes autodestructivos son más fotogénicos que los triunfadores. Basta recordar grandes películas como Leaving Las Vegas o, más recientemente, The Wrestler. Este es un drama sobre un artista del country en plena decadencia, interpretado por un Jeff Bridges que sustenta esta película y por la que ganó el oscar al mejor actor. Su interpretación de un cantante alcohólico, Bad Blake, es magnífica. Aunque Bad es un artista que en su día gozó de fama y reconocimiento, a sus casi sesenta años tiene que tocar en boleras y bares de mala muerte, recorriéndose Estados Unidos en su viejo coche. Sin embargo, los que buscan un final trágico, como se puede esperar de este tipo de película, se decepcionarán. Porque aquí se trata de una historia de redención que el protagonista encontrará gracias a una aventura amorosa con una joven periodista. A nivel profesional también surgirá una segunda oportunidad gracias a otro cantante con mayor suerte que la suya y que en su día fue su mentor. Se trata, pues, de un drama con final feliz y con ese positivismo tan reparador made in America. La soledad, la vejez, el alcohol y la decadencia artística son vencidas en la película, todo gracias a la vuelta al camino de los viejos valores más enraizados en la cultura americana, como son la familia y el esfuerzo personal. Aunque eche un pequeño tufo a cuento moralista, es una película que sale a flote y consigue llegar a buen puerto gracias a la actuación de Bridges y la buena música country, cantada también por él.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Love Exposure

Sion Sono, 2008.


Además de director de cine, Sion Sono es un poeta japonés. Fue galardonado por esta película en el Festival de Cine Asiático de Barcelona y en el Festival de Berlín del año pasado. Su cine es controvertido y esta película es una buena muestra de por qué. Con una duración de 4 horas, la contención y equilibrio que se le supone al cine asiático se convierte aquí en una fiesta del exceso. La película cuenta una historia romántica de amor adolescente, pero los temas tratados y los géneros abordados son muy variados. Hay secuencias de artes marciales, escenas cercanas al cine erótico más subersivo e incluso encontraremos salpicaduras de cine gore. El tono que se utiliza es irónico y hay espacio para retratar críticamente el fanatismo religioso, especialmente el cristiano. Sin embargo, la obra del poeta japonés resulta más ambiciosa que efectiva. La mezcla y el cambio de registros narrativos resulta aleatorio, a veces absurdo, y la coherencia del conjunto se pierde entre tanto rizo. Pasamos de la burla a la solemnidad más trágica y el trasfondo es banal. La artificiosidad de la historia se revela continuamente a través de una trama que no fluye de manera natural sino en base a los caprichos visuales del director. En cuanto a la controversia que pueda crear algunas de sus imágenes, creo que en general es bastante inocua. El que el adolescente fotografíe las bragas de las chicas que encuentra por la calle, o el que tenga erecciones a la vista de todos, no deja de ser una broma un tanto infantil. Por lo demás, hay algún momento que sí que tiene fuerza poética, como la parte en la que la protagonista se enamora de Miss Escorpión y mantienen una relación a través del móvil y con encuentros fugaces. Pero la superficialidad general no consigue ser superada por unas imágenes que se pretenden originales y audaces.