viernes, 24 de diciembre de 2010

The Last Airbender

M. Night Shyamalan, 2010.

No es ni mucho menos tan mala como la crítica dice. Quizás no haga justicia a la serie de animación en la que se basa, no lo sé, porque tampoco he visto la serie. Pero, desde luego, es una película digna y entretenida. Shyamalan es uno de los directores más personales e interesantes de la industria americana. Sus últimas películas, sobre todo Lady in the Water (La Joven del Agua, 2006) y The Happening (El Incidente, 2008), injustamente infravaloradas, son perfectamente defendibles en una trayectoria coherente y de un estilo muy reconocible. Es cierto que esta obra es quizás la menos sutil, la que se centra más en los recursos efectistas que en el fuera de plano, pero sigue reconociéndose su mirada. La historia se basa en la primera parte de la serie de animación del mismo nombre. En un mundo místico en contacto con distintas divinidades, la Nación del Fuego intenta conquistar al resto de naciones. Cada nación tiene miembros que dominan un elemento de la naturaleza, el fuego, el agua, el viento o la tierra. Sólo hay una persona capaz de dominar los cuatro elementos, el Avatar, responsable de mantener el equilibrio entre todas las fuerzas. El Avatar se reencarna cada vez que muere y esta vez lo ha hecho en un muchacho que ha estado desaparecido durante cien años. En un mundo en guerra, este muchacho tendrá que cargar con la responsabilidad de volver a restablecer el orden. Con influencias del cine de animación manga, sobre todo el Miyazaki de La Princesa Mononoke y El Viaje de Chihiro, tanto la serie original como esta película muestran un mundo de una riqueza mitológica muy atractiva y que conecta directamente con la sabiduría oriental y con los valores ecologistas, tema que ha interesado a Shayamalan en sus últimas películas. De hecho, el viento ha jugado un papel fundamental tanto en esta como en su película anterior, The Happening, convirtiéndose en un personaje más. Ese interés surge de la necesidad de contar historias desde lo invisible, reduciendo el suspense a un minimalismo casi espiritual. Y eso, a pesar de que en esta ocasión, se despliega todo el armamento de una película de efectos especiales.

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