jueves, 10 de marzo de 2011

127 hours

Danny Boyle, 2010.

Cuando uno va a la montaña o a emprender algún tipo de aventura arriesgada, conviene avisar a mamá. Por muy experto que te consideres siempre te puede pasar algo. Como al protagonista de esta película, que está basada en la historia de Aron Ralston, un montañero solitario y autosuficiente que tiene que cortarse su propio brazo para sobrevivir a un accidente en el que una roca lo atrapa en una grieta. Una vez que sabes lo del brazo, y es complicado no haberlo leido o escuchado por algún sitio, toda la película avanza sin que el espectador deje de pensar en la llegada del momento escabroso de la película. Digamos que orbita alrededor de esa escena brutal en la que el director se deleita en los detalles morbosos e impactantes, como ese nervio que se resiste. Pero hasta ese momento el protagonista pasa las penosas horas del título intentando mantener la calma. Tendrá tiempo de grabarse en vídeo y dejar un mensaje para sus padres. También tiene alucinaciones, resueltas por el director con frivolidad, como cuando el sediento montañero se imagina distintas escenas de publicidad de bebidas refrescantes. O cuando confiesa su error de no haber avisado a nadie como si estuviera en un programa de radio. 

El director se decanta por el efectismo y eso lastra el dramatismo de la película que se convierte en un espectáculo visual en vez de potenciar el viaje interior del protagonista. No obstante, la actuación de James Franco rescata del ridículo la película y su magnífica actuación la eleva a cotas interesantes. Esta historia de supervivencia al límite, y con el punto culminante de una decisión durísima, nos plantea la pregunta de si seríamos capaces nosotros de hacer lo mismo.

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