jueves, 17 de marzo de 2011

Black Swan

Darren Aronofsky, 2010.

La danza es el trasfondo sobre el que se construye esta película de terror psicológico donde, además de visiones macabras, caben escenas de masturbaciones, rolletes lésbicos y fiestas con drogas. Todo desde la perspectiva de una perturbada protagonista que pierde el control bajo la presión que ejercen sobre ella su madre, una exbailarina frustrada, y un entorno profesional duro y competitivo. Este entorno es la compañía de danza de Nueva York, presentada como una organización turbia donde las decisiones sobre quién se queda con los mejores papeles se toman en función de hasta donde esté dispuesta a llegar la bailarina, incluyendo relaciones sexuales con el director. 

Para la nueva temporada se busca a una chica que represente el papel protagonista en la obra del Lago de los Cisnes y, de paso, sustituya a una ya demasiado madura diva, interpretada por una recuperada y bella Winona Ryder. La nueva bailarina principal deberá integrar en su persona la dulzura e inocencia del cisne blanco y la sensualidad y el toque malicioso del negro. Y el personaje construido por Natalie Portman cumple con la primera parte, pero hay dudas sobre su lado más oscuro. Y es que con esa carita angelical parece que no haya roto nunca un plato, así que tiene que luchar mucho para sacar lo peor de sí misma, tanto y tan obsesivamente, que acaba perdiendo la cabeza.


Si en la malsana La Pianista (Michael Haneke, 2001), la protagonista se entregaba a todas sus perversiones sexuales como vía de escape ante un ambiente familiar asfixiante, en esta película el personaje femenino tiene que esforzarse por despertar su sexualidad y su lado más malote. Eso la conduce a un estado paranoico en el que, además de manías persecutorias, cree sufrir transformaciones físicas que recuerdan a las que ocurren en The Fly (David Cronenberg, 1990). 

El estilo visual refleja, a través de una atmósfera opresiva y oscura, ese estado mental enfermizo de una manera bastante acertada. El interés del director se centra más en crear un espectáculo tenebroso y efectista que en profundizar en los personajes (una pena que no se aprovechen más unos secundarios muy interesantes), y el equilibrio narrativo se ve relegado en favor de crear un producto impactante y entretenido. Pero, desde luego, esto último lo consigue a la perfección.

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