domingo, 26 de septiembre de 2010

Alle Anderen (Entre nosotros)

Maren Ade, 2009.

Soberbia disección de una relación malsana de una pareja joven de vacaciones por Cerdeña. La película empieza con los dos protagonistas en casa de la hermana del chico que tiene dos hijos. El carácter extravagante de la chica se hace notar en su forma de relacionarse con la niña de unos cinco años de edad. Le pide que le diga que la odia y luego le apremia para que le de un disparo para después tirarse a la piscina. Queda así patente los problemas que tiene la protagonista para relacionarse con normalidad con su entorno, para conectar y comunicarse con otras personas, incluida su propia pareja, un arquitecto que se muestra siempre reservado y un tanto cohibido. La relación deja al descubierto pronto sus débiles lazos, basados en el sexo y quizás en el miedo a la soledad que ambos tienen. Si la chica se muestra complaciente es porque su inseguridad la impulsa a someterse a su novio. Es evidente que su amor tiene algo de enfermizo, de obsesivo y sacrifica su felicidad con tal de amoldarse a lo que espera de ella su pareja. El chico, por otro lado, es introvertido y también inseguro. Su miedo al fracaso le hacen comportarse con indecisión y parece varado en una parálisis que lo condena a ser un perdedor. Sus miradas, sus gestos demuestran que no solo no está contento consigo mismo sino que no se encuentra bien con su pareja, a la que rechaza y con la que no consigue compartir puntos de encuentro. Incluso evita el trato social debido a una especie de vergüenza ajena por el comportamiento estrambótico de la chica. Sin embargo, tiene una extraña dependencia por ella que le obliga a volver a sus brazos, aún sin amarla. Esta situación empeora cuando se enfrentan a la comparación con una pareja de enamorados que se abrazan y parecen amarse de manera empalagosa incluso. En una secuencia absolutamente memorable, las dos parejas escuchan una canción de amor. La pareja protagonista no es capaz de bailar juntos, ni siquiera de mostrar algo de complicidad y se mantienen torpemente alejados mientras observan consternados cómo la otra pareja se abrazan y comparten el momento.
En otra secuencia, los dos arquitectos amigos cojen a sus parejas y las tiran al agua de la piscina. La protagonista se va a la cocina y cuando aparece la otra chica le amenaza con un cuchillo conminándole a irse de la casa cuanto antes. La profundidad psicológica que la directora alcanza en estos momentos es asombrosa. Sus personajes son complejos y cercanos al mismo tiempo. Muestran una lucha desesperada por llegar al otro, por ser comprendidos, por conectar con su pareja. Pero la realidad es que no hay esperanza para unos protagonistas ciegos y cobardes, incapaces de escapar de la cárcel en la que se han metido. El estilo de la directora alemana es frío y sobrio y contrasta con ese paisaje cálido y romántico en el que se desarrolla la historia, una Cerdeña extraña, en la que el mar no aparece en ningún momento, como queriéndonos decir lo lejos que están los protagonistas de alcanzar la redención, la felicidad. Sólo algunas actuaciones algo forzadas deslucen una obra redonda.

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