martes, 10 de abril de 2012

Lola Montès

Max Ophüls, 1955.



Lola Montez era una bailarina irlandesa que utilizó su belleza para seducir a importantes hombres de la cultura, como el compositor Franz Liszt, o de la política, como el rey Luis I de Baviera. El director Max Ophüls retrata la controvertida figura de Lola con un estilo opulento y barroco, utilizando una amplia gama de colores que saturan la pantalla unas veces con tonos fríos, otras con tonos cálidos. Las imágenes y los movimientos de cámara son de una elegancia magistral, pero la historia acaba por antojarse insípida. Los personajes son estatuas sin vida, el amor se muestra de una manera fría, falta pasión, falta sangre. En sus esfuerzos por construir planos de una belleza plástica indiscutible, Ophüls se aleja de los personajes, de sus expresiones, de manera que al espectador le cuesta conectar con ellos. En definitiva, una obra apreciable en algunos aspectos, pero aburrida y fallida en otros.

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