miércoles, 8 de mayo de 2013

Bug


William Friedkin, 2006.

William Friedkin, el director de Contra el Imperio de la Droga (The French Connection, 1971) y El Exorcista (1972) tiene casi ochenta años y está en buena forma a juzgar por sus últimas películas, aunque tanto ésta como Killer Joe (2011), han pasado desapercibidas por las salas españolas. 




Bug es una obra áspera, de personajes al límite, perdedores que no han superado experiencias traumáticas del pasado y que se refugian en su propia locura. Bug en inglés significa insecto, pero como verbo también es pinchar un teléfono, colocar micrófonos ocultos. 

La historia se centra en dos personajes principalmente. Agnes, una mujer alcohólica que intenta superar la pérdida de su hijo, y Peter, un perturbado que asegura ser perseguido por el gobierno. La soledad y el dolor que sufren los dos hacen que enseguida establezcan una relación enfermiza que terminará trágicamente. Peter cree ser víctima de un experimento del ejército en el que introducen en su cuerpo unos diminutos insectos, invisibles para cualquiera menos para él, y que se reproducen provocando unos picores insoportables. En su paranoia arrastra a Agnes y la convence para convertir su casa en una especie de búnker de aluminio. 

Friedkin filma una obra de gran tensión psicológica, donde el terror surge de los pozos más oscuros de la mente humana y que, a su vez, sirve al director para reflexionar sobre el control que ejerce la sociedad sobre el individuo bajo el pretexto de la seguridad.  Al mismo tiempo ironiza sobre las teorías  conspiratorias que cada vez están más enraizadas en el sentimiento popular y que muchas veces no son más que excusas para sobrellevar una realidad muchas veces insoportable. 


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