miércoles, 2 de febrero de 2011

Animal Kingdom

David Michôd, 2010.

Otro producto Sundace y otra decepción. Y no es la primera. Está claro que los criterios de este festival no se amoldan a mis gustos. De nuevo, es más la vistosidad del envoltorio que la calidad del caramelo que viene dentro. Me gusta más observarlo que chuparlo. Esta película australiana fue la triunfadora de la edición del año pasado del festival de los envoltorios indie, junto con Winter's Bone (Debra Granik, 2010), otra peli ensalzada por cierta crítica pero que visto lo visto, me huele a chasco. Aunque soy tan iluso, que seguro que acabo viéndola. No aprendo.

Bueno, la peli. La historia se centra en un adolescente cuya madre muere por sobredosis. En la secuencia inicial se muestra la apatía del muchacho que prefiere ver la televisión que interesarse por la situación de su madre. Ante esta tragedia, que no parece afectarle mucho, el chico decide recurrir a la ayuda de su abuela que vive con sus hijos, los cuales forman parte de una supuesta banda de gángsters. La familia es bastante rara. Para empezar la mujer trata a sus hijos con algo que va más allá del simple amor de madre. Hay algo malsano que nunca se materializa, pero que está latente en el ambiente familiar. 



A los cuatro hijos no los vemos cometer atracos espectaculares (como ocurría en The Town), ni negociando con miembros de otras organizaciones mafiosas. Sólo los vemos en reuniones familiares en las que se quejan de la persecución policial a la que les someten. Y vaya persecución. A la primera ocasión, un escuadrón de un grupo policial mata a uno de ellos. El resto de los hermanos, encabezados por el violento primogénito, deciden vengarse matando a dos  polis de una patrulla que nada han tenido que ver con la muerte del hermano. Una violencia sin sentido, incomprensible y que no conduce a nada. A partir de ahí, un agente los interroga e intenta presionar al adolescente protagonista para que declare en contra de la familia que lo acoge. El protagonista se encuentra entre la espada y la pared. Todo lo que ocurre después, que no voy a detallar para no estropear la sorpresa, es aleatorio y sin justificación. 

Las acciones no surgen de manera natural de los personajes, más bien parece que el guionista nos quiere mantener interesados a golpe de secuencias efectistas. Los diálogos abusan del mismo tono, lento y manteniendo la calma. Todos los personajes resultan impávidos. De acuerdo que son más molestos los gritos histéricos (un ejemplo claro lo tenemos en el cine español con las dos partes de Rec), pero de ahí a que todos los personajes sean igual de planos y fríos... Pues no, no ayuda a darle sustancia al caramelo. Por lo tanto, la película no pasa de ser una curiosidad en cuanto adaptación australiana del género de gángsters que se disfruta si nos olvidamos de sus carencias. Poco más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario