martes, 17 de mayo de 2011

Dawn of the Dead

Zack Snyder, 2004.

Aquí tenemos una buena película de zombies que retoma un guión de George A. Romero de 1978. Hay mucho cine y televisión sobre los muertos vivientes, se puede hablar de un género en sí, y queda poco margen para la sorpresa y la originalidad. Últimamente hemos visto como la teleserie The Walking Dead ha obtenido un éxito considerable, a pesar de que su tono serio y solemne se aleja de la ironía y doble sentido que debe tener este género para que aporte algo más que vísceras y sangre. En esta película, sin embargo, la mejor hasta la fecha de Snyder, director entre otras de 300 y Watchmen, hay ese humor y esa crítica social necesaria para engrasar y darle un toque lúdico a una historia que de otra manera aburriría. Al fin y al cabo todos conocemos muy bien las reglas del juego y aquí encontraremos motivos suficientes para mantener el interés.


La película empieza de una manera efectiva y con una intensidad perturbadora. En muy pocos minutos pasamos de un mundo luminoso e idílico en un barrio residencial de Estados Unidos a un infierno apocalíptico. La protagonista, una enfermera que ha tenido que matar a su hija y su marido, tiene que huir con su coche, sorteando una serie de obstáculos horribles, en una carrera frenética y filmada con un pulso asombroso. En su huida encuentra a otros supervivientes con los que decide refugiarse en un centro comercial. 

A partir de ahí, lo de siempre, pero al mismo tiempo contado de una manera original y sorprendente. Hay momentos de humor que sirven para dar aire a una atmósfera tan opresiva y terrorífica. Por ejemplo, resulta muy graciosa la discusión en la que deciden cómo escapar de los zombies. El director no escatima en dar al público lo que espera e incluso ir más allá. Valga de ejemplo la escena espeluznante del nacimiento de un bebé zombie cuyo padre es uno de los supervivientes. Los zombies no son monstruos que se mueven a cámara lenta y se arrastran penosamente, en esta versión son rápidos y explosivos.  El final, que se extiende a lo largo de los títulos de crédito, también es merecedor de disfrutarlo hasta la última imagen. El poderío visual y el ritmo vibrante del director nunca ha estado tan acorde con la historia. 

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