sábado, 19 de mayo de 2012

Cumbres Borrascosas

Wuthering Heights.
Andrea Arnold, 2011.

Andrea Arnold es una de las directoras más interesantes del panorama inglés actual, su cine, lleno de sensualidad, busca encontrar la expresividad más allá de las simples palabras o la narración tradicional. Pocos autores consiguen activar tantos sentidos a la vez a través de sus imágenes. El tacto, el olfato, el oido y el gusto tienen un papel importante en sus obras. En su magnífica Fish Tank (2009), Arnold nos sumergía en la vida de una adolescente atrapada en un mundo mediocre y que se enamoraba perdidamente del novio de su madre, interpretado por Michael Fassbender. Ya ahí mostró su capacidad de conectar con el mundo interior de sus personajes, de mostrar lo que ellos ven y sienten. En ésta, la directora se adentra en la novela homónima de Brönte, pero sin someterse a los convencionalismos de las adaptaciones literarias, llevando la historia a su personal y original mundo visual. 



Es a través de los sentidos que se nos cuenta la historia de Heathcliff, que en la película es negro, y que, siendo adolescente, es recogido de la calle por la familia Earnshaw. Al ser un elemento extraño al ambiente familiar, su integración es conflictiva, sobre todo con el hermano mayor que lo rechaza desde el principio, pero Heathcliff establece unos lazos muy fuertes con Catherine, la joven chica de la familia. La primera parte es un viaje asombroso por los instintos más salvajes de los dos adolescentes que poco a poco van descubriendo la atracción sexual. La segunda parte muestra a Heathcliff ya adulto y que regresa a la casa de los Earnshaw para volver a ver a su amada y, de paso, vengarse del cruel hermano mayor. Lo que le interesa a Andrea es atraparnos en una espiral sensorial, mancharnos con el barro, despeinarnos con el viento, mojarnos con la lluvia, saborear la sangre de las heridas de Heathcliff, oler el aroma que desprende el pelo de su amada, ponernos, en definitiva, en la piel de sus personajes. 

El romanticismo de la historia, el drama de un amor trágico, están recogidos en la película con una fuerza inusual en este tipo de adaptaciones, donde el vestuario y el corsé tienen más preponderancia que el mundo descarnado tal y como se presenta en este caso, lleno de imágenes como las de esas aves muertas a las que la criada arranca sus plumas, o esos conejos que Heathcliff caza y mata delante de la cámara. A los personajes se les persigue para filmarlos desde la cercanía, la cámara va pegada a ellos, a su espalda, acercándose a sus labios, mostrando cómo se eriza el vello de su piel. Por esta razón, la directora prefiere el formato 4:3, en vez del panorámico, que le permite encuadrar mejor las caras y los cuerpos de sus criaturas.  Una película destacable, de una gran fuerza sensorial y que sorprende por su valentía al salirse de los caminos más trillados del género.


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