sábado, 2 de octubre de 2010

The Last Station

Michael Hoffman, 2009. Nota:4.



Basada en la novela homónima del biógrafo Jay Parini, la película se centra en los momentos postreros de la vida del escritor ruso Tolstói. En concreto el conflicto en el que pivota la película es su deseo de cambiar los términos de su herencia y ceder los derechos de su obra al pueblo ruso a costa del perjuicio que eso causaría a su familia. El problema que se hace patente pronto es que el director no tiene ningún interés en reflejar o buscar la verdad de estos últimos momentos de la vida del genio ruso. Simplemente usa y manipula la historia para construir una convencional cinta en la que defiende los valores occidentales capitalistas más importantes, como son la sacrosanta familia y la intocable propiedad privada. Y si para eso hay que moldear a los personajes para construir un relato maniqueo, pues adelante. Tolstói se debate entre sus principios y su vida burguesa en familia. El director nos dibuja a unos maliciosos seguidores de la ideología tolstiana que pretenden arrastrar al escritor a su terreno. En concreto, el personaje de Chertkov se muestra como un malvado e insensible personaje. Mientras, su mujer, Sofía Behrs, se presenta como una pobre víctima de las conspiraciones de su marido y sus seguidores, como la heroína que sólo defiende su derecho a seguir siendo rica y seguir teniendo criados, eso sí con la fuerza y el carácter que le imprime una magnífica Helen Mirren. El punto de vista que utiliza el director es el de un joven secretario perteneciente al movimiento y que se pondrá de parte de la mujer al observar los excesos repudiables de los malos malotes que son los comunistas seguidores sin corazón. La trampa no se limita a esto, además se construye una subtrama edulcorada hasta resultar empalagosa que tiene el objetivo de demostrar el gran corazón del secretario. Este cae en brazos de una tolstoiana que será expulsada por culpa de iniciar una relación con él (sic). El amor, la familia y la propiedad, todo en el mismo paquete que pretenden pisotear los malos. Y Tolstói es un simple y pobre monigote (sic). Para terminar se usan sin ningún reparo elementos narrativos sentimentaloides. ¿A quién no le conmueve un moribundo llamando a su mujer en el lecho de muerte? Bien, de acuerdo, muy emotivo, pero la trampa ha quedado al descubierto hace tiempo y, encima, sin ningún rastro de ingenio o sutileza.

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