sábado, 9 de octubre de 2010

Villa Amalia

Benoît Jacquot, 2009.



El personaje femenino de esta película vive una crisis profunda en su vida. Su marido la ha engañado, el amor se escurrió por el sumidero de la rutina. Huye, deja todo, su marido, su profesión, su familia. Y se va a una isla italiana. Y encuentra una casa que estaba esperándola a ella delante de una vista espectacular. Y el mar funciona como terapia y parece que la atmósfera opresiva y gris de un París terrorífico se diluye bajo un sol generoso. Y una guapa italiana se acuesta con ella. Todo esto ocurre sin diálogos apenas, todo sugerido con sutileza. Un estilo contemplativo nos mete de lleno en las corrientes psicológicas que arrastran a la burguesa francesa a rasgar su vida y comprarse una nueva con las ganancias de la venta de su pisazo en París. Isabelle Hupbert hace de nuevo de pianista, puede que incluso su personaje comparta algunos rasgos enfermizos del de la perturbadora "La Pianista" de Haneke. Puede que en algún momento de su madurez abandonase los juegos sadomasoquistas que tanto la ponían. Ahora sólo le ponen las jovencitas bronceadas y de piel tersa. Pero la decisión del personaje tiene que ver más con la búsqueda de la soledad como refugio de la decadencia que con la búsqueda de una nueva identidad sexual. Y no es de extrañar que un personaje tan introvertido e incluso desagradable en ocasiones decida no amargar a nadie con sus tristezas. Las tristezas, cuando son implacables, en soledad te ayudan a flotar mejor en el mar.

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