domingo, 23 de enero de 2011

Yi Yi

Edward Yang, 2000.

El malogrado director chino obtuvo con esta película el reconocimiento internacional, consiguiendo el premio al mejor director en el festival de Cannes. Este ingeniero reconvertido tardíamente a cineasta (decía que tomó la decisión después de ver Aguirre, la cólera de Dios), hizo en el año 2000 la que sería su última película antes de que le diagnosticaran un cáncer de colon con el que estuvo luchando el resto de su vida.


La película cuenta la historia de los miembros de una familia de Taipei en el transcurso de unos meses durante los cuales somos testigos de una serie de eventos, empezando por una boda y terminando por una muerte. Las alegrías y las desdichas se suceden en las vidas de cada uno de los personajes que son retratados con delicadeza y sencillez. No hay una trama o una estructura narrativa clara, no ocurren acontecimientos espectaculares, exceptuando un asesinato en fuera de plano del que sólo nos enteramos por las noticias. El ritmo es pausado, sin estridencias. En los tiempos muertos palpita la vida, una vida que se quiere reflejar en toda su complejidad, lejos de cualquier dogmatismo y con una serenidad que desprende sabiduría. 

El director nos presenta un juego de espejos, tanto en sus imágenes, reflejadas en todo tipo de superficies o diluidas en otros reflejos, como en los personajes y su historia. Así, el hijo pequeño que busca la verdad a través de la fotografía, es tan introvertido como su padre, al que llaman NJ, ingeniero de profesión que trabaja en una empresa de alta tecnología, referencia a la vida pasada del propio director. El descubrimiento del amor por parte de su hija, tiene también resonancias del primer amor de NJ, con el que se reencuentra después de treinta años. 

Las reflexiones sobre la vida van de la mano con las consideraciones acerca de la búsqueda de la verdad a través del cine y de las imágenes. El hijo de NJ fotografía las nucas de sus familiares con la intención de mostrarles una parte de la realidad que no pueden ver, la otra mitad que no conocen. Otro personaje afirma que a través del cine se vive tres veces más, ya que podemos experimentar vivencias que de otra manera sería imposible probar. La honestidad empapa cada imagen y cada diálogo. Cuando los colegas con los que trabaja NJ se decantan por la alianza con una empresa que imita los productos de otra compañía japonesa, NJ decide abandonar su trabajo. No se conforma con el sucedáneo, prefiere el original.  En una de las discusiones que tiene con un colega de su empresa le dice que es normal que no sea feliz si trabaja en algo que no ama. Seguramente esas palabras surgen de lo más profundo del propio director, como cada una de las imágenes de esta película.

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